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Actualizado: 28 de mayo de 2025
466 Debe el hombre ser valiente si ha rodar se determina, primero, cuando camina; segundo, cuando descansa; pues en aquellas andanzas perece el que se acoquina. 467 Cuando es manso el ternerito en cualquier vaca se priende; el que es gaucho esto lo entiende y ha de entender si le digo que andábamos con mi amigo como pan que no se vende.
331 Era la casa del baile un rancho de mala muerte, y se enllenó de tal suerte que andábamos a empujones: nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte. 332 Yo tenía unas medias botas con tamaños verdugones; me pusieron los talones con crestas como gallos: ¡si viera mis afliciones pensando yo que eran callos!
Y acabó la noche, al fin, de envolver la casona y el valle y las montañas en la más densa e impenetrable oscuridad; se cerraron los portones, se avivó la fogata de la cocina, se arrimó a ella mi tío en el sitio de costumbre, pero inquieto y alarmado también, porque nos veía alarmados e inquietos a todos los que vagábamos como sombras, más que andábamos como personas, en su derredor... y ¡nada, ni una voz afuera, ni un golpe, ni un silbido!... El silencio, la soledad, el frío de los sepulcros, ¡la muerte por todas partes!
Entramos en ella, y díjome: -No es alcázar la posada, pero yo os prometo, sobrino, que es a propósito para dar expediente a mis negocios. Subimos por una escalera, que sólo aguardé a ver lo que me sucedía en lo alto, para si se diferenciaba en algo de la horca. Entramos en un aposento tan bajo que andábamos por él como quien recibe bendiciones, con las cabezas bajas.
Encerráronse allá los dos; y mientras andábamos en la salona los de siempre, de aquí para allí y en derredor del brasero, sin saber qué decirnos ni en qué sitio ni para qué detenernos ni sentarnos, oía yo cómo iban pasando desde la escalera gentes y más gentes hacia la cocina, donde continuaba el gigante consternadón y arrimado a la lumbre, pero con muchas ganas de cenar.
Continuámosla, sin embargo, con nuevos bríos, pero a puntada larga, es decir, enrareciendo los colgajos, porque ya se oía otra vez el toque de antes, señal de que se había puesto en camino lo que esperábamos, amén de que no andábamos sobrados de telas ni de «herrajes» para cubrir tantas paredes.
Escribió Alas su obra en tiempos no lejanos, cuando andábamos en aquella procesión del Naturalismo, marchando hacia el templo del arte con menos pompa retórica de la que antes se usaba, abandonadas las vestiduras caballerescas, y haciendo gala de la ropa usada en los actos comunes de la vida.
Digo esto, señor mío de mi alma, porque vuesa merced no se espante si hasta agora no he dado aviso de mi bien o mal estar en este gobierno, en el cual tengo más hambre que cuando andábamos los dos por las selvas y por los despoblados.
Tuvimos que dar un gran rodeo para llegar a ellos, cosa que no hubiéramos conseguido si en vez de niños fuésemos hombres; mas nuestra corta edad nos salvaba de toda detención y reconocimiento, pensando los soldados que andábamos buenamente en busca de la casa.
105 Del sueldo nada les cuento, porque andaba disparando; nosotros de cuando en cuando solíamos ladrar de pobres: nunca llegaban los cobres que se estaban aguardando. 106 Y andábamos de mugrientos que el mirarnos daba horror; les juro que era un dolor ver esos hombres, ¡por cristo! En mi perra vida he visto una miseria mayor.
Palabra del Dia
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