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Actualizado: 26 de junio de 2025


Habiendo alcanzado esto, estableció relaciones amistosas con los aborígenes quienes eran muy civilizados, semejantes a los incas del Perú. En la ciudad actual de Bogotá fundó su capital, en el mismo sitio de los chibchas, y exploró el territorio en todas direcciones. Un gobernador general fué nombrado por España, y se cambió el nombre de la colonia a provincia de Nueva Granada.

El primer cuidado que se hubiera debido tener en los viajes árticos de la Groenlandia, era entablar relaciones amistosas con los esquimales, dulcificar su trabajosa existencia, adoptar á sus hijos educándolos si no todos, parte de ellos en Europa, formar colonias en aquellos apartados climas, escuelas de descubridores.

La muerte de López le entregaba a Santa Fe, la de los Reinafé a Córdoba, la de Facundo a las ocho provincias de la falda de los Andes. Para tomar posesión de todas ellas, bastáronle algunos obsequios personales, algunas cartas amistosas y algunas erogaciones del erario.

Don Eugenio andaba sin saber adonde dirigirse. Le temblaban las piernas, pasaban tenues nubecillas ante sus ojos y veía confusamente a los dueños de las tiendas, que le seguían con un gesto de compasión o le llamaban con amistosas señas.

Y mientras venía la hora de coger el último tren de las minas, se había dicho: «Vamos á echar un párrafo con el ingenierito y de paso veré el gran feudo industrial de mi primo....» Acariciando con amistosas palmadas á Sanabre, le decía con tono malicioso: Desde el día del santo de Pepe que no te había visto. Cuántas cosas han pasado desde entonces ¿eh?... Parece que todo va bien.

Muchas cosas, de las que he notado que usted no se atreve a hablar en la capilla, estoy seguro de que me las expondría aquí, por ejemplo, sin inconveniente... y esas confidencias amistosas, familiares, son las que yo echo de menos.

Su primo Bertrán, provocado por la señora de Blandieres, que dirigía la conversación, con la autoridad que le daba su nombre, frecuentemente citado en los ecos del gran mundo, refería su viaje a Austria, y la acogida que le habían hecho en Viena en el mundo oficial, gracias a la recomendación de su tío Aubry para el embajador de Francia, con quien tenía relaciones amistosas.

El primer ministro, que lo era a la sazón el príncipe de Polignac, habíase propuesto hacer que yo fuese a París a ocupar la dirección de los Negocios extranjeros; continuamente recibía yo cartas amistosas en las que insistía en sus deseos; al fin, sucumbí, pero no para aceptar el cargo que se me ofrecía, sino para explicar franca y terminantemente los motivos que tenía para renunciar el empleo con tanta obstinación ofrecido.

¿Mi partida? ¡Dios mío! eso podría usted decirlo a Platel, a d'Ornay; no hay ahí motivo para ruborizarse; pero yo estoy triste, profundamente triste al separarme de usted. Ninguna partida es alegre; a me habría gustado que usted se quedase todavía... ¿Cierto? ¿Por qué no retenerme entonces? Usted se hace un poco exigente respecto a demostraciones amistosas.

Los vidrios de las ventanas le dirigían miradas amistosas; las lustrosas tejas del techo brillaban; se sentía, como siempre, que ese techo abrigaba el reposo de una vejez rodeada de amplias comodidades.

Palabra del Dia

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