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Actualizado: 16 de septiembre de 2025


Comprendió su debilidad, tuvo miedo a los amargos dolores que se le preparaban y respondió como la esposa: «He quitado ya mi túnica; ¿cómo ponérmela otra vez? He lavado mis pies; ¿cómo mancharlos nuevamenteLargo tiempo estuvo luchando consigo misma para apagar la voz que la llamaba a la vida activa, y convencerse de que ella no serviría de nada a la causa del Señor, pero fue en vano.

Lo que hay es que yo se lo quiero dar, porque que ha de quererle, y porque es mi amiga... Escriba usted. «Para que se consuele de los tragos amargos que le hace pasar su maridillo, ahí le mando al verdadero Pituso. Este no es falso, es legítimo y natural, como usted verá en su cara. Le suplico...». «Le suplico...». Usted póngalo todo muy clarito, D. Plácido; yo le doy la idea.

En el buen órden del pensamiento filosófico entra una gran parte de prudencia, muy semejante á la que preside á la conducta práctica. Esta prudencia es de muy difícil adquisicion, es tambien el costoso fruto de amargos y repetidos desengaños. Como quiera, será bueno tener á la vista algunas observaciones que pueden contribuir á engendrarla en el espíritu.

El lector debe recordar al oír este lenguaje en la boca de Rosas, que no veía a su padre desde la juventud, y a cuya esposa había dado días tan amargos, algo parecido a las hipócritas protestas de Tiberio ante el Senado romano.

Y no es raro que se presenten ocasiones favorables para amonestar con algun fruto; porque esos hombres con su imprudencia, suelen atraer sobre amargos disgustos, cuando no desgracias; y entónces, abatidos por la adversidad, y enseñados por experiencia dolorosa, suelen tener lúcidos intervalos de que puede aprovecharse un amigo sincero para hacerles oir los consejos de una razon juiciosa.

Y sin embargo, es bien sencillo, señorita; si la desilusión del bien, la duda y la sequedad del alma son los más amargos frutos de la experiencia de una larga vida, nada merece más compasión en el mundo, que un corazón herido por la desconfianza, antes de haber vivido.

Poco les bastó para vivir á los célebres amantes: adoptaron el sobrio y solitario régimen de Robinsón, comida de viernes. En dirección del Mediodía se encuentran algunos lugares más civilizados, agradables y deliciosos, tales como Pornic, Royan y Saint-Georges, Arcachón, etc. Ya he mentado en otra ocasión Saint-Georges, la dulce playa de los olores amargos.

El mismo orgullo detuvo el curso de sus pensamientos amargos con esta consideración: ¿Por qué dar asenso a lo que el anónimo decía? ¿Por qué no suponer que se trataba de una vil calumnia con que algún enemigo quería envenenar su existencia? Mas el dardo había entrado tan profundamente en su corazón que no podía arrancárselo.

Los religiosos de entonces, queriendo fundar su dominio en el pueblo, se acercaban á él y con él formaban causa contra los encomenderos opresores. Naturalmente, el pueblo que los veía con mayor instrucción y cierto prestigio, depositaba en ellos su confianza, seguía sus consejos y los oía aun en los más amargos días.

Su mujer y cuatro hijas pensaban de muy distinta manera. En vano quiso ocultarlas que el rayo amenazaba su hogar tranquilo. La casa de don Pompeyo se convirtió en un mar de lágrimas; hubo síncopes; doña Gertrudis cayó en cama. El infeliz Guimarán sintió terribles remordimientos: sintió además inesperada debilidad en las piernas y en el espíritu. «¡No que él se convirtiera! ¡eso jamás! pero ¡su Gertrudis, sus niñas!» y lloraba el desgraciado; y volviéndose del lado hacia donde caía el palacio episcopal enseñaba los puños y gritaba entre suspiros y sollozos: «¡Me tienen atado, me tienen atado esos hijos de la aberración y la ceguera! ¡desgraciado de ! ¡pero más dignos de compasión ellos que no ven la luz del medio día, ni el sol de la Justicia». Ni aun en tan amargos instantes insultaba al obispo y demás alto clero. Tuvo que transigir; tuvo que tolerar lo que al principio le sublevaba sólo pensado, que sus hijas se moviesen, que sus amigos pusieran en juego sus relaciones para que el obispo se metiera el rayo en el bolsillo.... Se consiguió, no sin trabajo, y sin necesidad de que don Pompeyo se retractase de sus errores. Se echó tierra al ateísmo de Guimarán.

Palabra del Dia

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