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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Entra el cortejo en la ciudad de los muertos. Pausas, grandes pausas, notas largas, armonías lamentosas, soledad de los desiertos, ¡inmensas cosas amargas...! ¡Oh, Chopín! ¡Oh, gran maestro! Haz que suenen en el aire melancólico y siniestro, cerca a mí, las armonías funerales de tu Marcha... Octubre, 1905. Santa Reina del amor: tú sabes que noche y día te rezo la letanía y la salve del dolor.
Bajo las aguas amargas, están trabajando nuestros obreros, según sus especies ó sus caracteres: los más atrevidos en las rompientes, en las apacibles costas la gente tímida. He aquí un mundo poco variado. Esperad. Los vientos, las corrientes, trabajan para enriquecerle.
El hubiera temido el disgustarme, de esto estoy bien segura: es verdad que no me amaría, tal vez con la misma pasión, y que después, por circunstancias más graves, el temor de afligirme hubiera sido tal vez para él como una segunda conciencia. ¡Todo se pagará; pero antes pagaré yo en reproches fundados y lágrimas amargas las ligerezas de mi pobre hijo!
En suma, yo infiero, de lo que me dices, estas desconsoladoras y amargas verdades; que te has burlado de mí; que mi segunda juventud, mis hazañas y mi gloria fueron soñadas; que mis delitos también lo fueron; y que siéndolo, quedan en duda las energías de mi ser y no merezco ahora, ni más ni menos que antes, alabanza o vituperio, galardón o castigo.
Impresionado por el espectáculo que acababa de presenciar, no pude menos de dirigir in mente amargas recriminaciones a la patria que deja perecer de hambre a todo el que se dedica al cultivo de las letras y las artes y ensalza y pone sobre su cabeza a cualquier necio que se engolfa en la política sin más equipaje que su desvergüenza.
23 Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. 24 Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? 25 Y Moisés clamó al SE
Años tenía la buena señora para obrar por su propia cuenta. Sus reflexiones fueron tan amargas como exactas. «Todo es en balde: armo un alboroto, grito, insulto a estas mujeres, llamo a mi madre... cierran la puerta, mandan venir una pareja... y mi padre se queda solo, sabe Dios hasta cuándo.» Está bien, señora dijo; pero no es fácil engañarme. ¡Mi madre está ahí dentro!
Para aquéllos que viviendo tristemente alejados del beneficio inefable de la fe, nos refugiamos, en las horas amargas, en el seno de ese sentimiento vago de religiosidad, que en todos nosotros duerme o sueña, estas sensaciones profundas toman los caracteres de la oración.
Este lance desgraciado causó una penosa impresión en don León por tratarse de dos amigos igualmente queridos, y bajo el sentimiento que le produjo escribió la composición que he mencionado, donde menudeaban los signos de admiración, los puntos suspensivos, las amargas reflexiones y los gritos de dolor, todo ello sostenido en un tono severo y digno, como el de las elegías clásicas.
Dos gruesas y amargas lágrimas rodaron por sus mejillas. Te ha perdonado dijo el P. Jacinto. ¡Ah, padre!... yo no me perdono... Me sería menos insufrible en la memoria el recuerdo de una afrenta no vengada... de una vileza en que yo hubiese incurrido... de una mancha en mi honor... En cualquiera otro caso me sería más fácil conciliarme conmigo mismo. Aunque Dios me perdone... yo no me perdono.
Palabra del Dia
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