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Actualizado: 15 de noviembre de 2025


Por eso removemos el mundo a nuestro antojo: ya lo ves, los hombres se alzan en armas para defender nuestra causa, la causa de la Iglesia Católica, eterna como la gloria de su fundador. A su seno vendrán los pueblos como lanchas de pescadores que arrolla la tormenta y se acogen al puerto. ¿Para que vosotros les despojéis de su ganancia? Para señalar a las gentes el camino del bien y la verdad.

Descascarados y sin techo, sus muros, que los años desmoronan, se alzan hacia el cielo dejando paso libre a todos los vientos. Dos grandes muelas redondas, que sin duda trabajaron valientemente en otro tiempo, han roto el armazón carcomido que las sostenía, y, arrastradas por su propio peso, se han hundido profundamente en el suelo.

Del sacrosanto Gólgota en la cumbre ¿Queréis saber las leyes con que impera? son de amor, de humildad, de mansedumbre Por él doce hombres alzan la bandera, retando a la enemiga muchedumbre. ¿Sabéis que quieren en su ardor profundo? cambiar la faz del universo mundo. Ellos son.

Allí se alzan en confusion, sobre los techos de las viejas casas, las torres góticas de interesantes iglesias, la masa imponente del precioso Palacio municipal, las fachadas de grandes casas de estilo moderno y los techos de cristal de algunos edificios públicos.

Con mártires de grandes corazones Se alzan y regeneran las naciones Y su sangre es la ofrenda que les dan: Mártir fué el Redentor, y de un madero Do lo enclavó el impio, al mundo entero Regeneró con su mision de paz.

¿Cómo se llama esta finca? ¿De quién es? repetí. Santa Clara.... Es de un tal Fernández.... murmuró el campesino, exclamando en seguida, sin dejar el jorongo: ¡Buena boyada! ¡Hartos pesos! Alzan aquí unas cosechas, amigo, unas cosechas... que... ¡vaya! Seguí entregado a la contemplación del paisaje.

La virtud es también una fuerza. Saliendo del pueblo de Dos Hermanas en dirección á Sevilla, vense á la izquierda olivares, que se prolongan en línea recta, y que al internarse, se alzan sobre un cerro dilatado, aunque de poca altura. aquí el hecho que le valió el nombre. Mucho tiempo se mantuvo encerrado entre sus muros de argamasa, como el león en su jaula de hierro.

Y yo iba pensando con una tristeza tan pálida como aquel cielo asiático de octubre, en dos lágrimas redonditas que al partir vi brillar en los ojos negros de la generala. La tarde declinaba y el sol descendía bermejo como un escudo de metal candente, cuando llegamos a Tien-Hó. Las negras murallas de la ciudad se alzan al Sur, al pie de un torrente que ruge entre rocas.

Unos con rabia atroz, otros con llanto, alzan al cielo punzador gemido, y el de unos en el de otros confundido, en concierto infernal, que crece y crece como el mar al alzarse enfurecido, hacen llegar sin tregua hasta mi oido un grito de dolor que me enloquece. Por fin, tras largas horas de ignorado martirio, el mal se aleja trocándose en hondísima amargura que ya nunca me deja.

Entonces, Gertrudis le pertenece en cuerpo y alma, a él solo; lo siente en el temblor de su brazo, que, con ternura y como a escondidas, aprieta con fuerza al suyo; lo adivina en el brillo húmedo de sus ojos, que se alzan furtivamente hacia su rostro. Al cabo de un momento, dice ella un poco contrariada. Oye, es preciso ver qué hace Martín. responde él apresuradamente.

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