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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Su sorpresa fué, pues, desagradable, cuando sintió que le tocaban en el hombro y vió á su lado la fisonomía alterada de Mauricio. Más por muy amortiguadas por la alegría que estuviesen sus desconfianzas, tuvo enseguida el presentimiento de que alguna cosa anormal había ocurrido y apartándose con su hijo algunos pasos, preguntó: ¿Qué hay? Venga usted conmigo y lo sabrá.
Un fuerte olor de drogas y medicinas partía de los frascos acumulados en la mesilla de noche; pero Marta no se mareaba con ningún olor, ¡tenía la cabeza firme!, y su salud, jamás alterada, era la envidia de todos los de casa. Ricardo también se sentaba a veces a los pies de la enferma.
Soledad se puso aún más pálida. Y dejando escapar la cólera que hinchaba su corazón desde el principio de la entrevista, profirió con voz alterada: ¿Sabes lo que te digo, Manolo?... Que hagas el favor de dejarme en paz.
Apartose del aya, condujo a Engracia unos cuantos pasos hacia el fondo del patio, y allí, con el llanto asomado a los ojos y la voz alterada por la turbación, la refirió en pocas palabras la causa de su enojo.
»Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo, y, con voz singularmente alterada, replicó: »Tén paciencia hasta mañana, mañana haré lo que quieras. »Sí, mi niña muy amada le digo entonces, y de aquí a mañana desecha tus ideas negras y piensa en que ella no nos guarda rencor.
El la abraza y posa su boca ardiente y alterada sobre los labios trémulos de la joven; ella lanza un grito de dolor, y su cuerpo, sacudido por la fiebre, se estremece en los brazos de Juan.
La analogía de este cuadro con el de las personas linfáticas ó de una constitucion sanguínea alterada por una vida penosa, un mal régimen y una habitacion fria y húmeda indican claramente el uso de estas sales en tales personas.
La señorita Guichard se sentó en una butaca y con la faz alterada, la boca contraída por la amargura y los ojos sombríos, se abismó en sus pensamientos. De modo, que había sido burlada, ella, que se creía tan fuerte.
Me he explicado la melancolía constante y profunda de mi madre; me explico también su disgusto por la sociedad, y aquel vestido simple y uniforme objeto ya de las burlas, ya de los enojos de mi padre: Pareces una sirvienta le decía. Yo no podía dejar de ver que nuestra vida de familia era algunas veces alterada por querellas de carácter más serio, pero jamás fuí testigo inmediato de ellas.
De repente, el buen hombre lanzó un grito, levantó los brazos al aire y dejando caer de golpe el rastrillo, dijo con voz alterada: ¡Ah Dios mío! ¡Acaban de atropellar á un hombre!... La señorita Guichard y el jardinero llegaron al mismo tiempo á la puerta del jardín.
Palabra del Dia
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