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Actualizado: 16 de julio de 2025


Los músculos orbiculares se contrajeron y ensancharon, los párpados se cerraron y abrieron, aleteando con loca rapidez. Los ojos rodaban en sus órbitas, lanzando una luz extraña, como si la electricidad de la convulsión reflejase en sus pupilas verdosas centellas. Las mandíbulas se cerraron fuertemente, ensangrentando la lengua.

De la bruma de la noche surgía a lo lejos la ciudad, con la apiñada arboleda del Tempul y las aglomeraciones de blanco caserío, en las que palpitaban los últimos faroles de gas como estrellas agonizantes. Soplaba una brisa helada: la tierra y las plantas parecían sudar al contacto de la luz. Un pájaro salió aleteando de las chumberas, con agudo silbido, que hizo estremecer a la joven.

Juan, calla, o vete. ¡Déjame! La culpa es tuya. Tienes un modo de mirar que me estremece. Como cuando pasa un pájaro aleteando sobre el agua, y parece que el agua tiembla... ¡No te rías! Pues agallado. No digas tontunas: ¡ni que estuviéramos en escena en el teatro! ¿Qué teatro? ¿Quién te ha hablado nunca con la sinceridad que yo? Si hasta se me olvida lo que pienso lejos de ti.

Los vidrios de la ribera de Santa Lucía temblaron con el ronquido del motor de la goleta, máquina vieja y escandalosa, que imitaba el chapoteo de un perro cansado. Mientras tanto, las velas se tendían á lo largo de los mástiles, aleteando bajo los primeros manotones del viento. Tres días duró la navegación. En la primera noche el capitán paladeó el voluptuoso egoísmo del descanso á solas.

El sol blanquea las quebradas de las montañas y hácelas resaltar en aristas luminosas; el cielo es diáfano; los pinos cantan con un manso rumor sonoro; los lentiscos refulgen en sus diminutas hojas charoladas; las abejas zumban; dos cuervos cruzan aleteando blandamente.

El viento aleteando con violencia sobre los cristales. Y la casa silenciosa, lóbrega, sucia, resonando de vez en cuando con los paseos lentos, acompasados, de su padre. Veíase más tarde en Lancia estudiando la segunda enseñanza, hospedándose en casa de un clérigo del mismo temperamento y costumbres que su padre.

La alegría del campo, al verse libres de la mirada interrogante y severa de las mamas, convertíalas en niñas revoltosas, y a pesar de sus altos peinados, de sus faldas largas y ajustadas, correteaban, enseñando sus lindos pies y aleteando con sus enaguas como una bandada de pájaros.

Cuando la tempestad sorprende al pájaro que se aleja del nido, el ave lucha con la tormenta, aleteando por recobrarlo; cuando el niño que rompe a andar cae y se lastima, busca afanoso el regazo de su madre; cuando el hombre abandona la mujer que le quiere, y sufre desengaños, torna a ella, y en sus brazos se arroja: Lázaro no tenía nido, ni regazo, ni brazos a que acogerse; llevaba, como una doble maldición, la duda en la frente y el amor en el alma.

Y tirando del cinturón para correr la hebilla unos cuantos puntos, acallaban de este modo el estómago hambriento y seguían adelante con el mosquete al hombro, el talle gentil y la ilusión aleteando ante sus ojos. El oro, que huía de ellos en las cumbres, los aguardaba sin duda en los profundos valles de asfixiadora torridez, como rayos de sol petrificados por el suelo ardiente.

Palabra del Dia

godella

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