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El Gaviota II, á pesar de su bandera rusa, se vió detenido por los torpederos ingleses, que lo sometieron á una minuciosa inspección, no comprendiendo que se navegase por gusto cuando todos los mares estaban convertidos en un campo de batalla. A la altura de las Azores tuvo que forzar sus máquinas para librarse de un corsario alemán. Además, escaseaba el carbón.

El gordo Meriskoff, doctor alemán de la Universidad de Bom, canciller de la legión, hombre de aficiones poéticas, y gran comentarista, observó con respeto: Generala, el dulce país de Mignon es Italia: «¿Conoces la tierra privilegiada donde la naranja da florEl divino Goethe se refería a Italia, «Italia mater». Italia será el eterno amor de la humanidad sensible.

Si los alemanes hubiesen ganado, el individuo no tendría nada que hacer, y el Estado alemán se encargaría de todo. Uno cobraría, y el Estado se le llevaría a uno el dinero. Uno fumaría, y el Estado escupiría por uno. En España, es probable que la situación no hubiese variado gran cosa.

Siguió llorando cuando el oficial se desprendió de él con rudo empujón... necesitaba desahogarse después de tantos días de angustia silenciosa: ¡Viva Francia! Los suyos estaban ya en la entrada del parque. Corrían con la bayoneta por delante en seguimiento de los últimos restos del batallón alemán que escapaba hacia el pueblo. Un grupo de jinetes pasó por el camino.

Habla el inglés, el alemán, y actualmente es subdirector de la fábrica. Los obreros lo quieren, lo respetan y lo obedecen, porque sabe mandar con suavidad y firmeza. ¡Pero ese hombre es un prodigio entonces! No se entusiasme, Alicia dijo Diana; un prodigio, quizá; pero seguramente un flirt imposible. ¿Es feo?

Guiado por el buen hermano Gabriel, pudo Stein admirar aquella grandeza pasada, aquella ruina proscrita, aquel abandono que, a manera de cáncer, devoraba tantas maravillas; aquella destrucción que se apodera de un edificio vacío, aunque fuerte y sólido, como los gusanos toman posesión del cadáver de un hombre joven y robusto. Fray Gabriel no interrumpía las reflexiones del cirujano alemán.

El alemán soñaba con una visita á su país. ¡Tantos años en América!... Desnoyers, por lo mismo que no sentía deseos de volver á Europa, quiso facilitar este anhelo de sus cuñados, y dió á Karl los medios para que hiciese el viaje con toda su familia. El viejo no quiso saber quién costeaba los gastos. «Que se vayan dijo con alegría y que no vuelvan nuncaLa ausencia no fué larga.

Encamínase á la corte imperial de Alemania Don Rodrigo de Mendoza, embajador de Felipe II. Cerca de Viena es acometido por salteadores, y debe sólo la vida á la llegada imprevista de un valeroso caballero alemán, llamado el conde Ricardo.

Lo pongo á continuacion, porque la opinion del filósofo aleman me parece ser la misma que he sostenido en el texto.

Saludó el alemán este espectáculo con una sonrisa cruel. Luego, al descender al parque, ordenó á Desnoyers que le siguiese. Su libertad y su dignidad habían terminado.