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Chalonette levantóse á felicitar calurosamente á la gentil actriz, y ella, secundando los planes taimados de su director, pareció encantada con la conversación espiritual del alguacil. Todas las tardes Mr. Chalonette acudía á los ensayos, y tan grande era su afición, que llegó á tomar parte en ellos, con lo que Alejandro Bissón dejó de temerle; el terrible representante de la ley estaba vencido.

Encerrados ambos, muy picado de la curiosidad don Claudio Fuertes, y muy preocupado, pero muy sereno y armado de resolución don Alejandro Bermúdez, dijo éste: ¿Usted había notado algo de esa que podemos llamar enfermedad de mi hija, que yo descubrí, y de la cual le hablé anteayer en este mismo sitio?

La industria, el comercio y las artes, que contribuyeron en otro tiempo para debilitar la fuerza de los estados, y que hicieron que Alejandro venciese á Ciro, y Scipion á Cartago, han llegado á ser hoy los apoyos mas fuertes de la prosperidad del estado.

¿Lo intentaría yo si no lo estuviera, Nieves? Y dígame usted a : ¿no se incomodará don Alejandro conmigo cuando sepa que sin su permiso he consentido en hacer eso que tan poco le gusta a él? No, señor, con tal de que estemos de vuelta antes de que él pueda alarmarse con mi tardanza. Eso corre de mi cuenta.

En esta alucinación metido y disponiéndose a responder a Nieves, le sorprendió la voz del propio don Alejandro, diciendo desde la puerta del balcón: Niña, que te va a hacer daño el relente. Los dos de la barandilla se volvieron cara adentro. Nieves, más serena que Leto, respondió al punto: Al contrario, papá: me va sentando muy bien.

Su hermano mayor, Alejandro Miquis, que estudiaba Leyes, había muerto algún tiempo antes, de una enfermedad terrible. Augusto despuntaba, desde muy niño, por la Medicina, y jamás vaciló en la elección de carrera. Su padre le enviaba treinta y cinco duros al mes, y él sabía arreglarse. ¡Había tenido diez y siete patronas!

Enseguida se puso a contemplar su propio retrato con bastante mayor avidez que el de su primo. Nada más puesto en razón. Por vez primera se veía en verdaderos hábitos de mujer, sin el menor vestigio del cascarón de la niña ni de la librea de la colegiala; y había mucho que mirar y que considerar en aquella nueva fase de su vida. La tesis de Don Alejandro

¿En qué mes hablan menos las mujeres? En el de 5 febrero. ¿Cuál es el mayor castigo para un bígamo? Tener dos suegras. ¿Quién es el que lleva sin escrúpulo su sombrero en la cabeza, lo mismo delante de un príncipe, que de un rey, o de 10 un emperador? El cochero. ¿Qué es lo que llevaba Alejandro en la mano izquierda, cuando tomó la ciudad de Lamsaco? Los cinco dedos.

Conformes; pero verá usted cómo no fue mi pregunta tan ociosa como cree: ¿qué garantías le han dado a usted de que la felicidad de Nieves ha de hallarse por el camino de esos planes? Hombre... cuantas pueden darse en un caso así. Ninguna, señor don Alejandro, ninguna.

Y sin embargo, con ser Hegel tan original y poderoso pensador, y con tener una tan fecunda y constructora fantasía y un vigor tan sublime para sintetizarlo todo armónicamente, combinando lo real y lo ideal y encerrándolo dentro de su idea, que eternamente se desenvuelve, todavía me parece Hegel pequeño cuando acerco la imagen que de él concibo a la imagen colosal con que se representa en mi mente el prodigioso maestro del magno Alejandro.