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Un momento después penetró en la sala, pisando tímidamente, un aldeano de madura edad, con la chaqueta al hombro, barba de quince días, y dando vueltas en las manos á un mugriento sombrero que solamente cesaba de girar cuando el aldeano sacaba una de ellas de la arrugada copa para retirar hacia atrás las ásperas y encanecidas greñas que le caían sobre los ojos. Tengan ustedes buenas tardes.

¿Y por qué pensabas eso? preguntó con inocencia Demetria. Porque... porque eres una señorita y yo no soy más que un pobre aldeano.

Fue el propio penitenciario quien se ofreció a hablar con Granate y seguir las negociaciones. El indiano relinchó de gozo al saber de lo que se trataba. Pero su naturaleza de aldeano astuto y la pasión de la avaricia, que era la que hasta entonces le había dominado, alzaron la cabeza.

Subió al mezquino cuarto que le habían destinado y se dejó caer sobre el lecho llorando como un niño. «No, aquella señorita tan rica, tan hermosa, tan elegante, quizá no recordaría ya al pobre aldeano de la Braña, quizá se avergonzaría si le recordasen que había correspondido á su amor y en prueba de él le había regalado los cordones de su justillo

El secretario pidió un sorbete; su acompañado, ignorando lo que aquello sería, pidió otro. Sirviéronles los sorbetes. El de Madrid descogolló el suyo de un bocado, con la mayor limpieza imaginable; el aldeano, que desde que vió llegar los refrescos vacilaba en el modo de acometerlos, imitó á su compañero, ¡en mal hora para el desdichado!

Hay en nuestras sociedades enemigos muy espantosos, a saber: la especulación, el agio, la metalización del hombre culto, el negocio; pero sobre éstos descuella un monstruo que a la callada destroza más que ninguno: es la codicia del aldeano.

Era el tal Andrés un aldeano tosco, sin instrucción y reconocíase en su aspecto esta circunstancia de modo tal que si el doctor había llegado a abrigar alguna esperanza en los recursos de aquel hombre, a las primeras palabras hubo de convencerse de que tal ilusión no era más que una quimera.

Tomás soltó una carcajada estrepitosa. Acostumbrado a la salidas originales de su hija, pensó que ésta era una de ellas y la encontró muy chistosa. No se ría, padre, no se ría, que lo digo como hay Dios en los cielos; que no quiero. El aldeano cortó repentinamente el hilo de su risa y se quedó extático mirándola. Vaya, vaya, chica... ¡qué me estás ahí cantando! Que no quiero.

No, hija.... Ya sabes que soy un pobre aldeano... y he llegado ayer al anochecer. No hice más que acostarme. ¿Por qué no te viniste acá en derechura, descastado? ¿A alborotaros la casa de noche? Aunque salgo de entre tojos, no soy tan mal criado como todo eso. Vamos, pues hoy tienes que ver alguna notabilidad.... Y no faltar al paseo.... Hay chicas muy guapas.

Yo no lo vi, no, señor; pero una presona que estaba cerca cuando usté mató la miruella me lo ha asegurao.... ¡Esto es inaudito, Silvestre, y voy á hacer un escarmiento con esta canalla!... Figúrate que al matar el pájaro estaba yo de espaldas á la pared.... Pero á eso interrumpió el aldeano, dice la presona que con el rustrió de la escopeta....