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Actualizado: 6 de junio de 2025


Para todo lo demás, su cariño hallaba atenuación o disculpa; aun convencida de su maldad, seguiría amándole; pero ansiaba ser solo, único, absoluto dueño de su albedrío. Dispuesta se hallaba a compartir la infamia de aquel hombre, pero no a poseer su corazón a medias con otra mujer.

El entregar al hombre á merced del solo sentimiento, es arrojar un navio sin piloto en medio de las olas. Esto equivale á proclamar la infalibilidad de las pasiones, á decir: "obra siempre por instinto, obedeciendo ciegamente á todos los movimientos de tu corazon;" esto equivale á despojar al hombre de su entendimiento, de su libre albedrío, á convertirle en simple instrumento de su sensibilidad.

No hallo, la he buscado inútilmente por todas partes; no veo la moralidad de la intencion, esa moralidad interior, absoluta, que existe por , que tiene bastante con ella misma; esa moralidad que nace de nuestro albedrío, de nuestra voluntad, de nuestra deliberacion, de nuestro deseo, este deseo que es la virtud más alta y más grande con que Dios enaltece al hombre; no veo, no hallo, no vislumbro la moralidad del sentimiento que ama lo justo y lo virtuoso, por el placer magnánimo de amar la justicia y la virtud.

En la abdicación de su albedrío, en la entrega de su cuerpo, no influyó nada el cálculo. Complacíase en recordar que no tenía cosa que echarse en cara. Vio entrar a su amado pensativo y triste por malas noticias que recibiera, e intentó consolarle; él, agradecido a su piedad, la estrechó entre los brazos. De lo demás no hacía memoria...

España estaba entregada enteramente á la codicia de los estranjeros, i ellos en las mercaderías eran quienes ponian á su albedrío la lei.

El novio, esto es, Jesucristo, que entona el cántico de los cánticos en loor de la Iglesia, su prometida. La Santa Virgen. El Demonio ó Lucifer. La Sombra, como símbolo del pecado. El Pecado. El Hombre. El linaje humano. El Alma. La Razón. La Voluntad. El Albedrío. El Cuidado. La Ira. El Orgullo. La Envidia. La Vanidad. La Ignorancia. La Duda. La Fe y la Incredulidad. La Locura. La Esperanza.

El ejército se presentaba a la batalla medio federalizado, medio montonerizado, mientras que el de Facundo traía esa unidad que dan el terror y la obediencia a un caudillo que no es causa, sino persona, y que, por tanto, aleja el libre albedrío y ahoga toda individualidad.

Don Juan era hombre de posición social muy superior a la suya; ella no lo ignoraba, y a pesar de esto le había rendido el albedrío.

El no sabía lo que pensaba ni lo que iba a decir, y por eso mismo, palpó mejor que nunca ese obscuro fondo del ser, encima del cual, lo que él llamaba su sentimiento, su albedrío, su conciencia, no eran sino burbujas de un profundo hervor incomprensible. Dejose llevar. La palabra de Beatriz le sorprendió: Cuán pensativo hase quedado vuesa merced. ¿Sufre malencolías? Ramiro no quiso contestar.

Tuya para siempre. Y él, sujetándola las manos, selló el desposorio con un beso más dulce que la mejor palabra. Después se separaron, sin más frases ni promesas, seguros del porvenir, dejándose cada cual su albedrío cautivo en la voluntad del otro.

Palabra del Dia

rigoleto

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