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Actualizado: 24 de junio de 2025
¡Oh! ¡Dios mío! dijo Silas ; esas gentes salen del Patio de la Linterna, como si volvieran de la capilla, a esta hora del día, a las doce, un día de trabajo. De pronto se estremeció y permaneció inmóvil, con la mirada perdida y desesperada que alarmó a Eppie. Se encontraban delante de una entrada, frente a una gran manufactura.
Fué cuestión de vino, prontamente aplacada, pero que, sin embargo, alarmó el barrio de Santa Marina durante media hora, produciendo sustos, algunas corridas, tal cual desmayo de sensibles mujeres, las que, al oír los dos o tres tiros disparados en la colisión, creyeron que los franceses estaban otra vez sobre Córdoba, y así lo gritaban corriendo desordenadamente por las calles.
Para que el clérigo le dejase en paz y no le cansase más con sus sermones sosos y desprovistos de vida, de unción, don Víctor fingió ceder; y dijo que no haría ningún disparate, que meditaría, que procuraría armonizar las exigencias de su honor y aquello que la religión le pedía.... Entonces se alarmó don Fermín; creyó que había perdido terreno, y volvió a la carga.
Y así un día y otro y otro, sin que la dureza de su fibra alcanzara a disfrazar siquiera los desalientos de su espíritu, llegó a un grado tal de abatimiento, que me alarmó, porque en un estado moral como el suyo, cualquier aletazo de su enfermedad era muy temible.
En 1375 fue muy rigoroso el invierno en dicha ciudad, y el miércoles de ceniza del mismo año a la hora de maitines hubo un fuerte terremoto que alarmó considerablemente a la población. En 1379, llovió casi sin cesar desde el día 26 de Marzo hasta el 10 de Mayo: el trigo llegó a venderse hasta cinco sueldos la fanega, y el centeno a dos y a cuatro dineros.
Rivera manifestó Utrilla, comenzando a pegar feroces chupetones al cigarro, no sabe V. lo que a mí me alarmó verle pasear la calle de su hermanita.
Volvió al comedor; eran las siete, las siete y cuarto, las siete y media; no, a Quilito le había ocurrido algo. Tan asustada estaba misia Casilda, que el mismo don Pablo se alarmó. Te has empeñado en que tiene, por fuerza, que suceder algo... ¡qué mujeres! llamaremos a Pampa.
No me alarmo, don Benito, por tan poca cosa le repuse riéndome a carcajadas. ¡Soy yo quien resuelvo no volver al escritorio de don Eleazar! No me cuadran ni el hombre ni el empleo. Hace usted bien, amigo: eso lo honra. No, don Benito; ni me honra ni me deshonra; no hago una quijotada, ni tendría derecho para hacerla.
Tal noticia, la encantó y la alarmó al mismo tiempo. Aquel sacrificio, hecho en honor suyo, ¿no la comprometería demasiado? Reprochose tomarle toda su vida, cuando ella no podía consagrarle la suya. Para tranquilizar su conciencia, resolvió heroicamente volver a impulsarle al matrimonio, empleando toda su elocuencia.
Desde la memorable escena de la Granja, Fernanda vivió en estupor doloroso, en un abatimiento de alma y de cuerpo que alarmó a su padre. Hizo llamar al médico.
Palabra del Dia
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