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Muchos deseos tenéis de que os ahorquen, mi buen amigo, dijo Chandos, y por vida mía, en tal caso lo mejor hubiera sido dirigiros al rey Don Pedro, que no hubiera tardado en complaceros, atendido á que vuestra Guardia Blanca se ha conducido en la frontera como una manada de lobos. No tardaré en meterlos en cintura, con el favor de San Jorge y una buena cuerda para ahorcar á los más díscolos.

Informámonos del estado y calidad de toda la provincia, y nos volvimos á las naves; y bajando por el rio Paraná, llegamos á la provincia de los Cambales, donde hallamos cartas de Alvar Nuñez, en que nos mandaba ahorcar al cacique, que se llamaba Aracaré como se egecutó. Accion que dió despues causa á una guerra tristisima: con lo cual nos volvimos el rio abajo á la Asumpcion.

Nosotros mismos, los vascos, estábamos furiosos. Sabíamos cómo las gastaban los ingleses. Cuando cogían algún negrero, solían ahorcar al capitán y vendían los negros por su cuenta; si el barco era sospechoso de piratería, se quedaban con la presa. Así trabajaban por la humanidad y por el bolsillo. A nosotros podían acusarnos de negreros y de piratas.

Su buena fama trascendía por toda la provincia. No le estimaban sólo como a persona que tiene el riñón bien cubierto, y que no se dejaría ahorcar por dos o tres milloncejos de reales, sino que era preconizado como sujeto muy cabal, formalísimo en sus tratos y seguro hasta la pared de enfrente, y como tan recto, devoto de María Santísima y temeroso de Dios, que casi, casi estaba en olor de santidad, a pesar de las malas lenguas, que no faltan nunca.

¿Y te parece poco? Pues ven acá, mal pecao, y dime: sin ese cuarterón de aceite, y esos dos cuartos de hilo, y ese grano comprado a lance, y el empeño de la manta, y el servir a todo el que se presenta, si se puede y vale la pena, ¿qué sería de nuestros intereses? Acuérdate que cuando nos establecimos, apenas había en casa cuatro mil reales mal contados. ¿Te dejarías hoy ahorcar por treinta mil?

Candido atónito, desatentado, confuso, ensangrentado y palpitante, decia entre : ¿Si este es el mejor de los mundos posibles, cómo serán los otros? Vaya con Dios, si no hubieran hecho mas que espolvorearme las espaldas, que ya los Bulgaros me habian hecho el mismo agasajo. Pero , caro Panglós, el mayor de los filósofos, ¿porqué te he visto ahorcar, sin saber por qué?

Apenas hay aquí quien acierte a comprender lo que llaman mi manía de hacerme clérigo, y esta buena gente me dice con un candor selvático que debo ahorcar los hábitos, que el ser clérigo está bien para los pobretones; pero que yo, soy un rico heredero, debo casarme y consolar la vejez de mi padre, dándole media docena de hermosos y robustos nietos.

Unas veces exigía que le contasen algo, otras les obligaba a permanecer inmóviles y silenciosos. Fortuna fue que no se le ocurrierra mandar ahorcar de un árbol a Timoteo, porque en el estado en que se hallaban los espíritus, ¡quién sabe lo que sucedería! Pero el que logró presto sobreponerse a sus colegas y fijar la atención de la bella fue Grass.

Este huyó después de la derrota de su ejército, cuyo número no bajaba de 2.000 hombres, cayendo en poder de los españoles ocho cañones de bronce, 27 de pequeño calibre, 100 arcabuces é infinidad de armas blancas. No contento con ésto, Corcuera mandó ahorcar 72 moros, quemar infinidad de pueblos y destruir cuantas embarcaciones apresaron.

Por esta y por otras muchas maldades que se descubrieron, se comprendió que don Raimundo era un monstruo abominable, por lo cual el rey pudo ejercer provechosamente su justicia mandándole ahorcar, como le ahorcaron con general regocijo de los ciudadanos de Oviedo, porque D. Raimundo era muy aborrecido y porque en aquella edad tan ruda la filantropía no era cosa mayor y no infundía repugnancia la pena de muerte.