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Desde hacía algún tiempo que andaba como loco, sin discurrir otra cosa que disparates. ¿Y todo por qué?... Por amar absurdamente a una muchacha que podía ser su hija; por un capricho casi senil, pues él, a pesar de su relativa juventud, veíase viejo, triste y miserable ante Margalida y los rústicos atlots que se agitaban en torno a su belleza. ¡Ay, el ambiente! ¡El maldito ambiente!

Tomar, de rodillas, su manó, besar esa mano que había tejido la virginal corona, eso era lo único que podía hacer. ¿Pero le bastaría con eso? ¿No lo ahogarían, en el momento dado, todas las ideas que se agitaban en su mente? ¿Y a la inspiración de amor puro que la había conducido a aquella tumba iba a contestar con la confesión de un amor exigente, de un amor agresivo? ¿No era verdad que ya en ese momento la quería para , toda para , desde que sabía que era suya en la fraternidad de ultratumba? ¿De manera que había sido inútil la fuga? ¿Qué habría debido hacer, entonces?...

O porque no tuviese secretos que contar, o por su temperamento excesivamente reservado, la primogénita de Belinchón huía de hablar de misma con un cuidado extraordinario. Ni sus alegrías ni sus pesares eran conocidos de nadie. Sólo un observador muy fino podría, a fuerza de costumbre, averiguar vagamente las emociones que la agitaban. Gonzalo no lo era.

Pedían solemnemente la destitución de un ministro, el nombramiento de una autoridad. Demarcaron los dos partidos moderado y exaltado, estableciendo una barrera entre ambos. Pero aún descendieron más. Como en la Fontana se agitaban las pasiones del pueblo, el Gobierno permitía sus excesos para amedrentar al Rey, que era su enemigo.

La emoción de la joven se hizo tan fuerte que su garganta no pudo dar paso a ningún sonido; entonces, sintiéndose incapaz de formular sus pensamientos y de substraerse a las sensaciones que la agitaban, le tendió la mano, cerrando los ojos. ¿Qué podía decir, además, si no se reconocía en el derecho de pronunciar las palabras que a sus labios subían de su corazón?

¡Ha muerto!... ¡Murió hace un mes! Y le mostró un pequeño papel azul: un telegrama de Madrid, llegado media hora antes. Spadoni, después de saludar á Novoa en la plaza del Casino, habló de los ensueños que agitaban sus noches y de sus decepciones al despertar. Usted tiene la culpa, profesor.

Yo creo a veces que tengo mil años... ¡Y enferma! ¡Arrastrando para siempre las consecuencias de haber sido madre!... Deteníase al decir esto con prudente rubor, no osando confesar las internas tribulaciones que agitaban su organismo. Sus ojos iban hacia Karl con la expresión amorosa y triste de una artista que contempla su obra, fruto de penalidades, jirón doloroso de su propia existencia.

Creeríase que invisibles alas se agitaban en el espacio ocupado por el altar. Los encajes del vestido de Celinina se movieron también, y las hojas de sus flores de trapo anunciaban el paso de una brisa juguetona ó de manos muy suaves. Entonces Celinina abrió los ojos. Sus ojos negros llenaron la sala con una mirada viva y afanosa que echaron en derredor y de arriba abajo.

La completa placidez de su temperamento vedaba todo extremo de entusiasmo a su alma: algo había en aquella niña del reposo olímpico de las griegas deidades; ni lo terrenal ni lo divino agitaban la serena superficie del ánimo.