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Actualizado: 11 de junio de 2025
Se reprendía, echándose en cara su afán de chocar con los prejuicios del pasado. ¿Qué iba a conseguir cambiando el pensamiento de aquella pobre gente? ¿En qué podía pesar, para la emancipación de la humanidad, la conversión de aquellos hombres agarrados como moluscos a las piedras del pasado...?
Vámonos andando dijo. Y ambos echaron a andar agarrados del brazo, sin pronunciar una palabra, atravesando diagonalmente el paseo para ganar la acera opuesta, por parecerles quizá menos solitaria.
La primera mazurca de la ruidosa banda puso en conmoción a toda la plazuela. Algunos granujas con tufos y blusa blanca bailaban íntimamente agarrados con femenil contoneo, empujando a la muchedumbre curiosa, chocando muchas veces contra el tablado de la música. Las alegres notas de los cornetines parecían esparcir por toda la plaza un ambiente de alegría. ¡Adiós el invierno!
Era este un espectáculo que había sido objeto de ensayos, y del que se mostraban orgullosos los «macarenos». Los buenos mozos del barrio, agarrados a ambos lados del «paso», lo sostenían, siguiendo su violento vaivén, al mismo tiempo que gritaban, enardecidos por este alarde de fuerza y habilidad: ¡Que venga a ve esto toa Seviya!... ¡Esto es lo güeno! ¡Esto sólo lo hacen los «macarenos»!...
Pero he aquí que ¡por todos los santos del paraíso! mientras que estáis agarrados a la borda, se abre de pronto una escotilla y os encontráis frente a la nariz con una docena de anchos esmeriles cargados hasta la boca de balas, clavos y lingotes que, como usted puede suponer, hacen un fuego del infierno y matan por lo menos a las tres cuartas partes de sus hombres.
Vistos de espaldas, conservaban la esbeltez vigorosa de la juventud... Pero marchaban en fila, agarrados del brazo, los ojos perdidos en la noche, golpeando las losas con un palo que había venido á reemplazar el perdido sable y les acompañaría hasta su muerte.
Vamos a bailar agarrados como la gente fina. Las muchachas, turbadas por el vino, se cogieron unas a otras o cayeron en los brazos de los viñadores jóvenes. Todos comenzaron a dar vueltas, al son de la guitarra. El capataz y los acólitos de don Luis, acompañaban el ritmo chocando botellas vacías o golpeaban el suelo con sus bastones, riendo como niños de esta habilidad musical.
Sobre fondos de menuda arena ó agarrados á la roca vivían los moluscos en el refugio de sus conchas. La necesidad de entregarse al sueño con relativa seguridad, sin miedo al devoramiento general, que es la ley oceánica, preocupa á todos los seres marinos, haciéndolos constructores é inventores.
Usté, señor Fermín, es un rancio; pero por darle gusto quedan suprimidas las cantaoras. Bien mirado, maldita la falta que hacen más jembras, aquí donde hay tantas que parece un colegio. ¡Pero música y vino hasta por encima de la cabeza! Y baile de la tierra; y baile fino, agarrados como los señoritos. Verá usted la que se arma esta noche, señor Fermín.
Palabra del Dia
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