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Luis es malo, pero mayores escándalos dieron en su juventud algunos santos varones. Ahí tienes a San Agustín, padre de la Iglesia, columna de la cristiandad. San Agustín, siendo joven... El timbre del teléfono cortó la palabra a Dupont, que iba a comenzar el relato de la vida del gran africano, sin fijarse en el gesto de indiferencia de Fermín.

Más señas: pide limosna, y anda por ahí con un ciego africano llamado Almudena. ¡Jesús! exclamó con estupefacción y susto Doña Paca . Eso no, ¡válgame Dios! eso no... Veo que no la conoce usted». Y con una mirada puso por testigo a Frasquito de la veracidad de su denegación.

Tu mezquita fue consagrada á otro Dios, invadida por soldados y sacerdotes de Cristo. La voz del muezin dejó de animar tus minaretes; la del rudo africano, tus torreones. Hablaste y no te comprendieron; te hablaron y no comprendiste. Tus escuelas quedaron para siempre cerradas; tus baños, secos; tus palacios, desiertos.

Tragose el africano esta bola con infantil candor; y haciendo prometer y jurar a su amiga que a verle volvería diariamente mientras él continuase en aquella obligación de sus acerbas penitencias, la dejó marchar. Fuese Benina por arriba, prefiriendo subir hacia la estación, como salida más cómoda y practicable.

Y para poder ver bien la letra de ese libro dijo con sorna la dama , llevarás antiparras de ciego... saberlo de memueria replicó impávido el africano».

Adelante, siempre adelante, llevando a retaguardia al ciego africano, que en cuanto se enteró de que la recogían, se fue hacia los del Orden, pidiéndoles que a él también le echasen la red, y al mismo infierno le llevaran, con tal que no le separasen de ella.

Prorrumpieron en desentonadas risas las dos mujerzuelas, y Benina no sabía qué decirles. Entendiendo que el africano estaría enfermo, indicó que pensaba ir a San Sebastián en su busca, a lo que replicaron las otras que no había salido a pedir, y que si quería la maestra encontrarle, buscárale hacia la Arganzuela o hacia la calle del Peñón, pues en tal rumbo le habían visto ellas poco antes.

Sin embargo, por el capitel árabe-bizantino que se publica en la correspondiente lámina de detalles juntamente con otro de estilo africano sacado de la capilla de Villaviciosa, se formará una idea exacta de los otros que no ha sido posible ni dibujar siquiera.

Querían soñar bajo la nieve perfumada de los interminables bosques de naranjos; ser dueños de los valles abrigados donde el mirto y el jazmín embalsaman el aire salitroso; de los volcanes mudos que dejan crecer entre sus rocas el áloe y el cacto; de las montañas de mármol que descienden sus blancas aristas hasta el fondo del mar y refractan el calor africano emitido por la costa de enfrente.

Bueno exclamó al fin con súbito arranque . Pues viva Nina, y viva con su moro, y con toda la morería de Argel, y véala yo, y vuelva a casa, aunque se traiga al africano metido en la cesta».