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Actualizado: 19 de junio de 2025
Imagina, sin que nadie se lo quite de la cabeza, por no conocer sin duda lo de tiempo que se gasta, lo de papel que se embadurna y lo de afanes que se producen con nuestro complicado expedienteo, que las horas de oficina transcurren en amenas pláticas, fumando los oficinistas exquisitos puros y regalándose con frecuentes piscolabis.
¡Si Leto hubiera podido ver entonces la cara de Nieves!... En cambio oyó que ésta le decía: Es usted muy mal juez en causa propia, está visto. ¿Quiere usted dejar ese caso de mi cuenta? ¿Quiere usted que quede a mi arbitrio el descubrir o no descubrir a papá el misterio que con tantos afanes anda buscando el pobre?
Entretanto el hombre-globo hace unos cuantos esfuerzos en el aire, un viento le lleva aquí, otro allá, descarga lastre... ¡inútiles afanes! al fin viene al suelo: sólo observo que están ya más duchos en el uso del paracaídas: todos caen blandamente, y no lejos: los que más se apartan van a caer al Buen Retiro.
Para convencerlo mejor, ingeniose tan bien varias veces para hacerlo permanecer en el salón entre ella y Jacobo, tratando de alejar de sus relaciones hasta la sombra de un misterio. Pero todos sus afanes estuvieron muy lejos de alcanzar el éxito que deseaba.
La contestación a esta carta fue un cablegrama que decía: «Salgo en el primer correo. Prepara todo para nuestro matrimonio.» He aquí cómo aquella linda y picaresca niña logró, invirtiendo los papeles, alcanzar la meta de sus afanes. Con el amor vino la opulencia que no suele ser su compañera. Los recién casados se instalaron en el Sotillo.
Aquél era el término de todos nuestros afanes. Allí estaba, en el escurrimiento de aquel ser, esa lección, ese consejo, siempre ambiguo, que incita a la vez al goce y a la penitencia. Cuando todo se hubo serenado y el solar cayó de nuevo en su muda monotonía, doña Guiomar llamó a solas a su hijo y le declaró, en breves palabras, el estado en que don Íñigo les dejaba el antiguo patrimonio.
Ana al llegar aquí notó que su lenguaje se hacía entonado, impropio de ella, y se detuvo; aquellas metáforas parecían mal, pero no sabía decir de otro modo sus afanes, a no hablar con una claridad excesiva. El Magistral, que no pensaba en la retórica, sintió un consuelo oyendo a su amiga hablar así. Se animó... y habló de lo que le mortificaba.
El que salió chiquillo volvía hecho un mancebo; venía crecido y guapo; negro bozo le sombreaba los labios; no había malogrado tantos afanes, y en él cifraban las buenas señoras toda su dicha. Ya estarían disponiéndose para ir a recibirle; ya le tendrían lista la alcoba y la merienda. ¡Ah! sí, todo quedaría dispuesto y bien arreglado.
Y una idea, un gesto, un acto que se esfuman y pierden a través de las generaciones es el corolario de nuestros afanes y locuras... Azorín han sentido que una suave congoja llegaba de la inmensa mancha azul y envolvía su espíritu. Y Sarrió, que sudaba y trasudaba tratando de cortar inútilmente un enorme rosbif, ha levantado los ojos. Y en ellos también había un poco de tristeza.
Pues no lo sé. Y decía verdad, porque la incertidumbre que me dominaba lo abarcaba todo, desde la elección de una carrera, que ella, deseaba que fuese brillantísima, hasta el empleo de una gran parte de mis afanes ardorosos, en algo que ignoraba. Estaba convencido que Magdalena iría primero a establecerse en Nièvres y luego volvería a París para acabar allí el invierno.
Palabra del Dia
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