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Actualizado: 5 de junio de 2025


Sin embargo, el señor Molina la trataba con una benevolencia incondicional, la defendía siempre y le acariciaba la cara con cariño de padre. no la entiendes a tu hija, decía a su hermana conciliadoramente, cuando ésta demostraba su inquietud ante las ideas, las actitudes y el espíritu libre de Adriana. y yo nos hemos quedado en la vieja sociedad; ella es una chica de la sociedad nueva.

Adriana leyó esta esquela y fue temprano, según los deseos de Charito. Pero en seguida le pidió que no llamara a Muñoz. Se sentía poco dispuesta para resolver tan grave asunto: comprendes que yo empezaría por hablar alocadamente, como la otra vez, y toda reconciliación sería ya imposible, porque se trata, según creo, de una entrevista "naturalmente definitiva"...

Por confidencias de Carmen, supo Adriana muchas cosas relativas a Zoraida, que la afirmaron en la suposición de que ésta, realmente, había sido objeto de la imposible pasión y causa del suicidio de su padre. En la infancia Zoraida se había formado un propósito tenaz: ser monja.

Como luego se asomara al salón grande, vio a Miguel Castilla tomar la cintura de Adriana para bailar con ella; le pareció una profanación, acaso porque nunca le había visto sino bailar en el cabaret. Sintió impulsos de separarles y de insultar a Castilla.

Al entrar en la habitación de la abuelita, su cara tomó cierto aire de indiferencia que nunca tenía. Tendió la mano a José Luis y como estaba Adriana junto a ella, se lo presentó.

Iba a seguir, pero advirtiendo de pronto que Charito y Muñoz tenían los ojos fijos en ella, escuchándola, se ruborizó como una criatura; y echándose a reír, volvió a recatarse bajo su amable expresión habitual. Ya les estaba dando toda una conferencia sobre el amor, pero fue por Adriana, por disculparla y por disculparme yo también. Y Julio parece un simple amigo.

Se sorprenderá mucho de no ver en sino la sonrisa amistosa. Pensará que finjo, que me han hecho coqueta. Le pareceré así más interesante. "He tenido un susto, nunca en mi vida he tenido un susto igual. Esta tarde, en vez de guardar mi diario en el cajoncito del escritorio como hago siempre, lo dejé bajo el almohadón para seguir después escribiendo. Pero vino Adriana, y más tarde Julio.

Ha sido todo casual, Adriana... El recuerdo de ese muchacho no me impresiona mucho. ¿Sabes una cosa?... Nunca me preguntes nada sobre eso... porque... no me lo preguntes tampoco... Movió la cabeza procurando sonreír. De todos modos, continuó no podría ser sincera sobre esto. ¡Te quiero tanto, Adriana! Nunca he tenido una amiga como .

Si no va usted, Adriana, todo habrá terminado entre nosotros." "¡Bah, pensó ella ya había decidido ir sin que me lo exigieras! Y ahora que Raquel y Fernando están aquí, mamá tampoco podrá poner inconvenientes". Abrió la otra carta, y ésta la leyó con emoción.

Adriana, sintiéndose a punto de abrazar llorando a su tío, furtivamente se retiró a su cuarto, sin advertir que Muñoz la seguía. Cuando de pronto se vio sola con él, tuvo, azorada, la tentación de huir. Dominándose, fingió que había entrado a su habitación para buscar algo en la mesita de luz. Pero él, acercándose, le enlazó la cintura. Adriana, pálida de susto, se defendió.

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