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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Por eso hemos visto en nuestros días repetirse las extravagancias de Calígula, que se hacía adorar como Dios, y asociaba al imperio su caballo. Era que Calígula sabía que era él el último de los romanos a quienes tenía, no obstante, bajo su pie. Facundo se daba aires de inspirado, de adivino, para suplir la incapacidad natural de influir sobre los ánimos.
La obra de toda su vida, las grandes victorias ganadas al lado de Don Ramón, aquel poder político tan cuidadosamente pulido y aguzado, todo iba a quebrarse y perderse por culpa de un chiquillo ligero, vehemente; que al adorar a una mujer arrojaba a sus pies lo suyo y lo de los demás.
Y, ya que hubo acabado la misa y echada la bendición, tomóla con un pañizuelo, bien envuelta la cruz en la mano derecha y en la otra la bula, y ansí se bajó hasta la postrera grada del altar, adonde hizo que besaba la cruz, e hizo señal que viniesen adorar la cruz. Y ansí vinieron los alcaldes los primeros y los más ancianos del lugar, viniendo uno a uno como se usa.
He seguido paso a paso tus manejos, y nada te he dicho; has comenzado a sorber el seso a mamá, y he callado: ahora te declaro francamente que no consentiré que, por adorar a Dios y sus santos, se olvide el cuidado de mi padre, y que no te dejo hacer a Leo esas repugnantes descripciones del vicio que encienden impureza en quien vive libre de ella.
Caerá sin duda, caerá mañana, porque hoy representa lo que representaba el mundo que cayó, el mundo que no pudo menos de caer, que caerá siempre y en todas partes que tenga creaciones análogas; que tenga ídolos sociales que adorar.
Oro no me deis a mí para que de guía me sirva, que nunca ha sido el oro el imán de la aguja de mis deseos; que si lo fuera, no hubiera yo dado en poeta, que es lo mismo que hacer voto de pobreza perpetua e incurable, y de perpetuo afán e irremediable locura. De poetas es, dijo Margarita, volverse a lo que más brilla y adorar el sol que deslumbra.
Y la emperifollada madre de un alumno, cuya paternidad era dudosa, se paraba a menudo frente al templo de esta astuta vestal, contenta con adorar a la sacerdotisa desde lejos y sin atreverse a profanar su sagrado recinto.
Se la adoraba, sin que ella hubiese pensado jamás en hacerse adorar, en todas las irradiaciones de su carácter y de sus hechos. El rostro de los aldeanos que la veían pasar, acompañada de sus hijas, para ir al templo o viniendo de visitar sus chozas, tomaba una expresión tierna y grave a la par, como si fuera la imagen de la caridad la que pasaba por su lado.
3 Y subía aquel varón todos los años de su ciudad, a adorar y sacrificar al SE
Señores que pasaban por millonarios se dejaban adorar meses y meses sin soltar más que insignificantes obsequios, hasta que al fin la pobre mujer creía llegado el momento de realizar sus esperanzas formulando una petición. «Mi gringa linda: no te puedo dar plata porque los negocios andan mal. Además, la plata la gastarías inmediatamente.
Palabra del Dia
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