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Actualizado: 16 de junio de 2025
-Digo, pues, señor -respondió Sancho-, que, de algunos días a esta parte, he considerado cuán poco se gana y granjea de andar buscando estas aventuras que vuestra merced busca por estos desiertos y encrucijadas de caminos, donde, ya que se venzan y acaben las más eligrosas, no hay quien las vea ni sepa; y así, se han de quedar en perpetuo silencio, y en perjuicio de la intención de vuestra merced y de lo que ellas merecen.
Y desque fué ya más harto de reír que de comer el bueno de mi amo, díjome: "Verdad es, Lázaro; según la viuda lo va diciendo, tú tuviste razón de pensar lo que pensaste; mas, pues Dios lo ha hecho mejor y pasan adelante, abre, abre y ve por de comer." "Déjalos, señor, acaben de pasar la calle", dije yo.
¡Pero no ven ustedes qué judiada la de esa gente! exclamó Traga-santos escandalizado, dirigiéndose á un grupo de lugareños de ambos sexos que estaban á su lado presenciando aquella sacrílega pedrea. Pues aguarde usted un poco le contestó uno de los lugareños con asentimiento de los demás; que en cuanto acaben de tirar piedras ésas, vamos á empezar nosotros.
Y mientras voy pienso todas estas cosas y me dedico un aplauso por mis dotes de lógico y filósofo. Llego al Español cuando están a mitad de un acto. No sé si entrar en la sala o permanecer en el vestíbulo hasta que acaben. Me decido por entrar; procuro no molestar con el ruido de mis pasos. Al sentarme suena una larga salva de aplausos. Yo miro al escenario y también aplaudo.
La reserva, la incomunicación, hace que el secreto acabe por convertirse en idea fija, en obsesión, en manía. Los mismos criminales prefieren la cárcel y la horca al peso de su secreto. De ahí que acaben siempre por declarar su barrabasada. Edgard Poe tiene un cuento espeluznante sobre este punto. Un marido ha emparedado a su mujer; pasan muchos años; nadie sospecha que haya cometido tal delito.
Ciertamente, no tengo por qué quejarme me decía aquel cuyas confidencias referiré en el relato muy sencillo y muy poco novelesco que voy a hacer, porque, a Dios gracias, no soy ya nada, en el supuesto de que alguna vez fui algo, y a muchos ambiciosos les deseo que acaben de la misma manera. He encontrado la certidumbre y el reposo, que valen mucho más que todas las hipótesis.
¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.
Al paso que hoy caminamos, dentro de pocos años la industria habrá invadido completamente estos pacíficos solares, y entonces ya no habrá tipos. La civilización moderna tiende á este fin, sin duda alguna. Los pueblos ilustrados ya no tienen costumbres propias. Los de la Montaña, cuando acaben de ilustrarse, no han de ser menos que ellos. En ese día alcanzará algún éxito este libro.
Marquesa, que no era otro que aquel festivo diplomático a quien conocimos en octubre de 1807, partió el día 4 para Córdoba a unirse con su hermana y sobrina, y, ¡cosa rara! me dijo aquel curioso servidor , se llevó consigo a la jovenzuela. ¿De suerte que ahora están todos en Córdoba? le pregunté. Sí, y según noticias, no piensan venir hasta que no se acaben estas cosas.
Allá nos vamos, chico; no vengas echándotelas de fanciullo, porque es muy cursi, sobre todo delante de estas niñas. ¡Pero hombre, que siempre han de estar ustedes riñendo! exclamó Pepa Frías . Acaben ustedes pronto por batirse, ya que los dos no caben en el mundo. Donde no caben los dos le dijo por lo bajo Pinedo es en casa de Calderón.
Palabra del Dia
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