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Actualizado: 17 de junio de 2025
Para compensar esta ausencia de persecuciones mortificábase con ayunos y penitencias, ejecutando siempre lo que más le disgustaba. Le repugnaba algún manjar de la mesa; pues se imponía la penitencia de comerlo, dejando, en cambio, otros que le placían extremadamente. Llegó hasta echar en algunos acíbar, a imitación de lo que hacía San Nicolás de Tolentino.
Ni sería incurrir en una inconsistencia demasiado grande, si supusiéramos que Ester experimentaba cierto sentimiento de pesar en aquellos instantes mismos en que estaba á punto de verse libre del dolor, que puede decirse se había encarnado profundamente en su sér. ¿No habría quizás en ella un deseo irresistible de apurar por última vez, y á grandes tragos, la copa del amargo absintio y acíbar que había estado bebiendo durante casi todos los años de su juventud?
Señora repuso con iracunda voz el estafermo , los hombres como yo se endulzan con acíbar la lengua, y el corazón con desengaños. Doña Flora quiso reír, pero no pudo. Con desengaños, sí señora añadió D. Pedro , y con agravios recibidos de quien menos debían esperarse. Cada uno es dueño de dirigir sus impulsos amorosos al punto que más le conviene.
Si él hubiera sido un hombre honrado, le hubiera dicho allí mismo: ¡Calle usted, señora! yo no soy digno de que la majestad de su secreto entre en mi pobre morada; yo soy un hombre que ha aprendido a decir cuatro palabras de consuelo a los pecadores débiles; y cuatro palabras de terror a los pobres de espíritu fanatizados; yo soy de miel con los que vienen a morder el cebo y de hiel con los que han mordido; el señuelo es de azúcar, el alimento que doy a mis prisioneros, de acíbar;... yo soy un ambicioso, y lo que es peor, mil veces peor, infinitamente peor, yo soy avariento, yo guardo riquezas mal adquiridas, sí, mal adquiridas; yo soy un déspota en vez de un pastor; yo vendo la Gracia, yo comercio como un judío con la Religión del que arrojó del templo a los mercaderes..., yo soy un miserable, señora; yo no soy digno de ser su confidente, su director espiritual.
Es en bruto el concepto de Víctor Hugo... ¿te acuerdas?... en la «Oración por todos»... dijo Lorenzo, cuando al hablarle de la madre dice a su hija; más o menos, no me acuerdo bien: «que haciendo dos porciones de la vida, bebió el acíbar y te dio la miel».
En resolución, y para terminar, en las poesías amorosas mezcle usted algo del cielo con la tierra, á fin de no hallar tétrica la vida cuando está en lo más florido de sus años, y en lo demás procure usted no caer en el pesimismo, y si cae en él, témplele y endúlcele con la risa resignada y con la burla sin acíbar de Cervantes y del antiguo amigo de Espronceda.
Todos aquellos placeres que no vienen derechamente y en razón de los afectos legítimos, aunque sean champaña de la vanidad, son acíbar de la memoria. Eso en los más honrados, que en los que no lo son, de tanto andar entre frutas estrujadas, llegan a enviciarse los ojos de manera que no tienen más arte ni placer que los de estrujar frutas.
Aunque Pepita no fuese una paja, Antoñona la alzó del suelo en sus brazos, como si lo fuera, y la puso con mucho tiento sobre el sofá, como quien coloca la alhaja más frágil y primorosa para que no se quiebre. ¿Qué soponcio es éste? preguntó Antoñona . Apuesto cualquier cosa a que este zanguango de vicario te ha echado un sermón de acíbar y te ha destrozado el alma a pesadumbres.
El capsicum annuum, el acíbar y la pulsatila obran en este caso en el mismo sentido que el carbon, que tambien presenta un pequeño flujo sanguíneo antes de las deposiciones, pero con mas frecuencia flujo de una serosidad viscosa, prurito, ligeras punzadas y exudacion en el periné.
Pobre santita de la casa, que así, en un momento, viera trocarse la miel en acíbar...
Palabra del Dia
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