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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Establecióse entre ambos una corriente de confianza y aun de inteligencia que no pudo pasar inadvertida para el majo. Con esto la antipatía que Antoñico le inspiraba hacía tiempo creció hasta convertirse en aborrecimiento, el cual apenas con gran trabajo podía disimular.

Esta desestimación y poco caso que los señores jueces privativos de imprentas y librerías tal vez han hecho de mi queja, me han puesto en tal aborrecimiento que no hallo más remedio que ponerme de su parte, haciendo yo también desprecio de mismo.

Ni menos fué por aborrecimiento que tuviesen á la casa de Aragon, y amor á la de Francia, sino que quiso arrimarse por entonces al príncipe menos poderoso, para con mas facilidad apartarse de él cuando sus cosas llegasen al estado en que esperaba verse.

El odio a los franceses no era odio: era un fanatismo de que no he conocido después ningún ejemplo; un sentimiento que ocupaba los corazones por entero sin dejar hueco para otro alguno; de modo que el amar a los semejantes, el amarse a mismo, y hasta me atrevo a decir el amar a Dios, se adaptaban y sometían como fenómenos secundarios al gran aborrecimiento que inspiraban los verdugos del pueblo de Madrid.

Esta es la mayor Maldicion que entre ellos tienen ahora la ira y el aborrecimiento: tan viva se les representa siempre la memoria de aquel estrago.

Pero ese mismo sentimiento, si no está moderado y dirigido por la razon, se hace orgullo; el orgullo que hincha el corazon, enhiesta la frente, da á la fisonomía un aspecto ofensivo, y á los modales una afectacion entre irritante y ridícula; el orgullo que desvanece, que imposibilita para adelantar, que se suscita á propio obstáculos en la ejecucion, que inspira grandes maldades, que provoca el aborrecimiento y el desprecio, que hace insufrible.

Esos hombres continué yo, aparentando no enterarme de su réplica por el gusto de enredarle en otras nuevas acabarían por hastiarse de sus cuadros y de sus libros y por tomarlos en aborrecimiento si no llevaran a menudo su atención a otras ocupaciones y a otros lugares muy distintos... ¡Pero esta monotonía de aquí!...

YO tengo un aborrecimiento absoluto a los borrachos: me parecen larvas, ex hombres, gárgolas, algo grotesco, monstruoso y terrible a la vez. Sin embargo, mis grandes admiraciones literarias van hacia los poetas borrachos. Es mi espíritu, lo más hondo, tumultuoso y atormentado de mi espíritu, lo que comprende la absurdidad de los borrachos, aunque mi yo superficial, el hombre social, los deteste.

De tormento nada más. ¡Ay!, si yo no le sujetara, él se empeñaría en aborrecer mucho; pero el aborrecimiento no me gusta, yo no aborrecer, y antes que llegar a saber lo que es eso, quiero enterrar mi corazón para que no me atormente más. Te atormenta con los celos, con el sentimiento de verte humillada. ¡Ay! Nela, tu soledad es grande.

Estas platicas y discursos las alentaba el Emperador Miguel, incitado de un oculto sentimiento que causó en su ánimo la victoria, porque algunos meses antes habia pasado el estrecho con un ejército poderosísimo, y por miedo de los Turcos ó poca seguridad de los suyos, se retiró con gran pérdida de su reputacion, sin travar ni aún una pequeña escaramuza con el enemigo; y como los Catalanes siendo tan pocos vencieron á los que él no se atrevió acometer con tan excesivo número de gente, de esto nació su corrimiento, y de él un grande aborrecimiento y deseo de nuestra perdicion.

Palabra del Dia

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