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Actualizado: 6 de julio de 2025
Este último consejo que ahora darte quiero, puesto que no sirva para adorno del cuerpo, quiero que le lleves muy en la memoria, que creo que no te será de menos provecho que los que hasta aquí te he dado; y es que jamás te pongas a disputar de linajes, a lo menos, comparándolos entre sí, pues, por fuerza, en los que se comparan uno ha de ser el mejor, y del que abatieres serás aborrecido, y del que levantares en ninguna manera premiado.
De este rápido hermanar en su imaginación la propia miseria con la riqueza del aborrecido don Juan, brotó en su lóbrego y envidioso pensamiento una llamarada de odio y venganza. La desgracia le hizo mal filósofo, y la mala filosofía le trastornó el seso. Sin hacer caso de Carola, siguió monologueando tristemente: «Sí..., esto se acaba... por culpa de ese tuno. Y podría reventarle de mil modos.
Reproducir aquí los apóstrofes que de su venerable boca echó D. Benigno al ver la matanza, las observaciones atinadísimas que hizo acerca de las justicias populares y del aborrecido imperio del vulgo, fuera imposible, sin dar a este relato dimensiones desproporcionadas.
Lo más espantoso..., aunque no lo sé por experiencia, me horripilo de imaginarlo..., es si descubrías en tu consorte vicios y miserias que le hiciesen aborrecido y que hasta asco te causasen. Acudiría entonces a tu espíritu, ¡obsesión diabólica!, un pensamiento pertinaz que puede conducir a los mayores pecados.
Este tan pesado lance no descompuso ni alteró en el P. Lucas aquella serenidad de ánimo que siempre mostraba en el semblante, sino atento solamente á reparar el daño que de aquí se podía seguir, le respondió con aquella intrépida y santa libertad que le daba el espíritu de Dios; que sabía bien se enderezaban todos sus designios, no á otro fin, sino á hacerle aborrecido de aquella gente para que en adelante jamás le admitiesen en aquellas tierras ni le diesen oídos.
Consérvase aquí la loa con las figuras alegóricas. Esta pieza consta sólo de un acto con arreglo á la terminología española; no es comedia, sino zarzuela, como se llama también en las antiguas ediciones. Las modernas de este mismo autor no son, pues, exactas cuando suprimen su calificación propia, dándoles diverso nombre. Amado y aborrecido.
Mucho ha picoteado por ahí la gente suponiéndonos inclinados a contraer matrimonio; pero sobre que yo he aborrecido siempre todo lo que sea obra de varón, el señor D. Pedro se pone encendido como la grana cuando tal le dicen, porque ve en esas habladurías una ofensa directa a su pudor y al mío.
Por esta y por otras muchas maldades que se descubrieron, se comprendió que don Raimundo era un monstruo abominable, por lo cual el rey pudo ejercer provechosamente su justicia mandándole ahorcar, como le ahorcaron con general regocijo de los ciudadanos de Oviedo, porque D. Raimundo era muy aborrecido y porque en aquella edad tan ruda la filantropía no era cosa mayor y no infundía repugnancia la pena de muerte.
Yo no respondo de que hubiese o no algo de exagerado en tales afirmaciones; pero como quiera que fuese, el boticario, aunque aborrecido de las damas, a lo que debía de contribuir su fealdad nada común, era persona divertida y hospitalaria. Ninguna noche faltaban en la tertulia de su casa ocho o diez tertulianos.
Ana sentía el día en el melancólico regalo que su mismo lecho, tantas veces aborrecido, le prestaba en aquellas horas de la mañana de primavera; otra vez volvía la vida a moverse en aquel cuerpo mustio, asolado, como campo de batalla; la vida iba avanzando por aquel terreno de su victoria, dudosa de ella todavía.
Palabra del Dia
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