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Actualizado: 4 de junio de 2025


Moscas, abejas de todas clases, y sobre todo hormigas, muchas hormigas, van errando por las ramas en busca de una fuente. Las flores tienen la corola agostada por el calor, las hojas duermen contraídas bajo el sol, la vegetación, marchita, espera el beso fresco del anochecer para reanimarse, recobrando su vital expansión.

¡Qué placer tan intenso experimentó aquel grupo de muchachos reunidos en el cuarto aguardillado, cuando el mozo de la imprenta depositó en el suelo un fardo de Abejas! Fui comisionado para ir en busca de vendedores. En menos de una hora reuní treinta o cuarenta chicos en el portal de la casa; pero se negaron resueltamente a dar un cuarto por el nuevo periódico.

Las abejas, los zánganos, las mariposas y tantos insectos alados sin nombre que las chupan al calor del sol, se complacen revoloteando en el ambiente perfumado de la cañada, llena de vida, de movimiento y de zumbidos.

Otros, flacos y verrugosos, siguen con las manos en los bolsillos, riéndose de todo y agitando el bastón con borlas de escarlata. Pero á nadie hacen gracia estas caricaturas vegetales, flores que parecen lagartos, sapos que parecen plantas, y viven aislados, sin sociedad, visitados tan sólo de las abejas, que á menudo vienen á decirles un secreto al oído.

"La principal industria de la Edad Media, dice Seignobos, era la cría de abejas por la cera para alumbrar las iglesias, y la miel para endulzar los vinos". En Rusia, donde el pueblo analfabeto es el 97 % y se sigue practicando la defensa de la salud por medio de las velas de cera, de cada mil niños, 495 mueren antes de los 5 años.

Los transeúntes se detenían un instante para ver pasar aquella comitiva donde abundaban los rostros delicados de cutis nacarado, un tanto pálidos por la clausura y los hábitos viciosos del colegio: cruzaban poblando el aire de un murmullo suave, como un enjambre de abejas, más atentos a la conversación que llevaban entablada que a la perspectiva de las calles y a las bellezas del campo.

Aquellas abejas o avispas del diablo, volaban en torno de la luna, y algunas llenaban su rostro, el cual era, visto de perfil, el del mismísimo Satanás, que tenía las cejas en ángulo y echaba fuego de ojos y boca.

Cruzó el llano de Alcalá, la aromosa y pobre Alcarria, hacia donde cae el reino de las abejas; vio a Sigüenza donde hay colmenas de clérigos, y atravesó la estrecha cuenca del Jalón, que corre silbando por la angostura como una espada de agua que se envaina en montañas. La romana Bilblíis lo mostró ya la tierra aragonesa.

Como la vida de estos naturales, en su gentilidad, era el andar errantes por los montes en pequeñas familias o cacicazgos, alimentándose de frutas silvestres, miel de abejas, que las hay en los montes de muchas especies, de los animales que cazaban, y tal vez de algunas semillas que sembraban; fue preciso, para reducirlos a pueblos y educarlos en nuestra santa fe, el proporcionarles el sustento fuera de los montes en que antes lo encontraban.

Ved esos que andan por ahí, toda esa chuma de esos señores y holgazanes. ¿De qué viven? De nuestro trabajo. Ellos no labran la tierra, ellos no cogen una herramienta, ellos no hacen más que pasear, comer bien, ir al teatro y leer libros llenos de bobadas... Comparémonos ahora. Nosotros somos las abejas, ellos los zánganos; nosotros hacemos la miel, vienen ellos y se la comen.

Palabra del Dia

rigoleto

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