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Actualizado: 4 de junio de 2025


En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo.

Dio algunas vueltas en esta forma y luego, pasando por delante de las colmenas y deteniéndose en cada una, las abejas fueron levantando el vuelo y metiéndose cada cual en su casa. Ya lo ven ustedes como no había miedo dijo viniendo hacia ellos completamente limpio . Ni una sola me ha picado; no han hecho las pobrecitas más que darme la bienvenida.

Después se toma una cucharada de pasta y se fríe en aceite muy caliente. TORRIJAS. Se cortan a rebanadas unos panecillos, se empapan bien en leche y se dejan reposar; después se rebozan en huevo batido y se fríen; al servirlas se espolvorean con azúcar y canela; también se ponen en una fuente al horno, echándoles, en lugar de azúcar, agua y miel de abejas por partes iguales.

Iba a ponerse a estudiar, y no de cualquier manera ni cualquier cosa; sus estudios de retórica habían ya terminado el año último, y acababa de asistir a la toma de Troya y a la fundación de Roma; había bebido con Horacio en las cascadas del Tíber, admirado a las abejas con Virgilio, salvado a la República con Cicerón y alborotado en las plazas de Grecia con Demóstenes.

El viejo marinero señaló a Febrer ciertas cuevas abiertas como ventanas en las paredes más rectas e inaccesibles del islote. Ni las cabras ni los hombres podían llegar a ellas. El tío Ventolera sabía lo que se ocultaba más adentro de sus negras gargantas. Eran colmenas; colmenas que tenían siglos y siglos, refugios naturales de las abejas que, pasando el estrecho entre Ibiza y el Vedrá, venían a refugiarse en estas cuevas inaccesibles luego de haber revoloteado sobre los campos de la isla.

Y vuelvo a decir que se tenga cuenta con mi sustento y con el de mi rucio, que es lo que en este negocio importa y hace más al caso; y, en siendo hora, vamos a rondar, que es mi intención limpiar esta ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagamunda, holgazanes, y mal entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente baldía y perezosa es en la república lo mesmo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen.

Por el pobre todos pasan los ojos como de corrida, y en el rico los detienen; y si el tal rico fue un tiempo pobre, allí es el murmurar y el maldecir, y el peor perseverar de los maldicientes, que los hay por esas calles a montones, como enjambres de abejas.

Había callejas pobladas de graciosas y aromáticas flores, en cuya multitud pastaban rebaños de abejas y mariposas; había grandes zarzales llenos del negro fruto que tanto apetecen los chicos; había grupos de guinderos, en cuyos troncos se columpiaban las madreselvas, y había también corpulentas encinas, grandes, anchas, redondas, hermosas, oscuras, que parece se recreaban contemplando su propia sombra.

El país, por la mayor parte es montuoso y poblado de espesísimos bosques, muy abundantes de miel y de cera por la gran multitud de abejas de varias especies, entre las cuales hay una casta que llaman Opemús, la más semejante á las de Europa, cuya miel es odorífera y fragante, y blanquísima su cera, aunque algo blanda.

Allá abajo la gente entra, como las abejas en el colmenar: por los pies de la torre suben y bajan, por la escalera de caracol, por los ascensores inclinados, dos mil visitantes a la vez; los hombres, como gusanos, hormiguean entre las mallas de hierro; el cielo se ve por entre el tejido como en grandes triángulos azules de cabeza cortada, de picos agudos.

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