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Y llegandoše šus Dišcipulos dešpertarõlo, diziendo, Señor šalvanos, perecemos. Y [el] les dize, Porqué temeys [hombres] de poca fe? Entonces, dešpierto reprehendió

La bruja, lagotera y melosa, contaba, lloriqueando: Le han dicho a don Rodrigo mal de nosotros, hija mía; defiéndenos que eres una santa..., sálvanos de este disgusto tan grande.... Ya ves mi situación...: sin dinero, con un hijo a las puertas de la muerte.... Y besa que te besa, le ponía a Carmencita la cara hecha una compasión, entre gotas de llanto y rezumos de baba.

Marcos dijo Hullin , perdóname; he dicho mal; ¡he sufrido tanto en estos días!; la desgracia me hace desconfiar; dame la mano... ¡Anda, ve, sálvanos, salva a Catalina, salva a mi hija! Desde ahora te lo digo: no tenemos más recurso que . La voz de Hullin temblaba. Divès aceptó aquellas explicaciones, pero añadió: ¡Bien está, Juan Claudio!

Ella me miró con sus grandes ojos resueltos e inclinó dos o tres veces la cabeza... Comprendí muy bien, y sentí un calofrío... ¡por un poco más, aquélla habría sido una linda noche de bodas! Pero ahora, ¿qué voy a hacer yo con ustedes dos? ¡Sálvanos!... ¡ayúdanos!... ¡ten piedad de nosotros! Se han arrojado a mis pies y me lamen las manos.

Y esto es concebible, porque en aquel momento, aunque ya no se veía a los aduaneros, se oía el ruido de sus armas y los preparativos de las baterías que armaban. ¡Pues bien! dijo el fraile en su delirio , ¡pues bien! Satanás, sálvanos, ¡porque no puedes ser más que Satanás! ¡, Satanás, sálvanos! gritaron los demás con un acento de terror indefinible.

Tuve una inspiración. Comprendí que delante de nuestros pasos se abrían dos sendas: la del presidio, la de la gloria. Cargué en mis hombros a mi pobre hermanito, lo mismo que hoy cargo a la Nela, y dije: «Padre nuestro que estás en los cielos, sálvanos»... Ello es que nos salvamos. Yo aprendí a leer y enseñé a leer a mi hermano.

¡Por el alma de tu padre, sálvanos! ¡te daremos tanto oro que podrás llenar tu tartana! aullaron los contrabandistas. E imploraban con las manos juntas, mientras que tres de ellos se revolvían en las últimas convulsiones de la agonía. ¡Dios mío! ¡Dios mío! balbuceó el fraile. Y el desgraciado se retorcía los brazos y se revolcaba sobre la roca ensangrentada.

46 Hizo asimismo que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos. 47 Sálvanos, SE