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España tenía once mil conventos, con más de cien mil frailes y cuarenta mil monjas, y a esto había que añadir ciento sesenta y ocho mil sacerdotes y los innumerable servidores dependientes de la Iglesia, como alguaciles, familiares, carceleros y escribanos del Santo Oficio, sacristanes, mayordomos, buleros, santeros, ermitaños, demandaderos, seises, cantores, legos, novicios, ¡y qué yo cuánta gente más...! En cambio, la nación, desde treinta millones de habitantes, había bajado a siete millones en poco más de dos siglos.

En el colegio, y aún después, Ramona, educada católicamente, hubo de tener confesores, hubo de tratar con sacerdotes. ¿Cómo no halló uno menos indiferente y frío de entrañas, menos despegado y duro para ella que el padre Zubulzu?

Confiando en el carácter respetable y para muchos sagrado de los sacerdotes, a su testimonio he de recurrir para conocer cómo fué aquella educación y qué resultado dió en el pueblo filipino. No debemos ocultar la verdad cuando pone en evidencia cosas que no halagan nuestro amor propio.

Gu-Ly hizo prender a los dos sacerdotes acusándolos de predicar una religión extraña. Difícilmente se pudieron defender los sacerdotes mentados, puesto que a eso, a predicar la religión cristiana, habían ido. Fueron condenados, y corrió el rumor de que los habían matado. Debido a eso envió el almirante a la Náyade con la misión de enterarse de lo que ocurría.

11 Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos.

Quiso conocer el misterioso perfume de aquella ciencia odiada que perturbaba a los sacerdotes de Dios y les hacía renegar indirectamente de las creencias de diecinueve siglos.

Tampoco faltaban entre ellos algunos malgara docks, sacerdotes y médicos a un tiempo, que tanto curan heridas o enfermedades como celebran matrimonios. Aquella turba feroz y hambrienta se disponía a arrojarse sobre los cuatro blancos, con cuyos cuerpos contaba para darse un banquete; pero el temor los tenía vacilantes.

17 Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes del SE

Varios sacerdotes reciben, empero, orden de presentarse igualmente; cuando ya hay suficiente número de oficiales reunidos, se manda a los sacerdotes confesarlos, lo que, efectuado, se les forma en fila, y de uno en uno empiezan a fusilarlos bajo la dirección de Facundo, que indica al que parece conservar aún la vida, y señala con el dedo el lugar donde deben darle el balazo que ha de ultimarlo.

Llegado el siglo XIX, de tres peritísimos fabricantes tenemos noticias, llamado el uno Acosta, que vivió en la calle de Santa Clara, del cual hay una casulla de tisú de plata con flecos de oro y seda en el Hospital de Venerables Sacerdotes de esta ciudad, magistralmente tejida, y los otros dos, Don Manuel del Castillo y Povea y Don José Ledesma.