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Entre las cosas particulares de esta fiesta se refiere, que á su regreso en la calle de Predicadores, la Aljama de los judíos le aguardaba con un riquísimo tabernáculo, en el cual habia tres graciosas torres, diversos sacerdotes y músicas, y que por hacerles merced el Rey, se detuvo un rato.

Manda á Jesaías y á Jeremías, que le acompañan y le sirven, que reclamen el precio del arrendamiento; pero son acogidos con burlas y llevados después al suplicio, por reconvenir á los sacerdotes y al pueblo judío á causa de sus irreverencias.

33 Y las ofrendas fueron seiscientos bueyes, y tres mil ovejas. 34 Mas los sacerdotes eran pocos, y no podían bastar a desollar los holocaustos; y así sus hermanos los levitas les ayudaron hasta que acabaron la obra, y hasta que los sacerdotes se santificaron; porque los levitas tuvieron mayor rectitud de corazón para santificarse, que los sacerdotes.

10 Y allí será la suerte santa de los sacerdotes, de veinticinco mil [cañas] al norte, y de diez mil de anchura al occidente, y de diez mil de ancho al oriente, y de veinticinco mil de longitud al Mediodía; y el Santuario del SE

¿Cómo queréis que haya libertad decía, si unos cuantos se erigen en sacerdotes exclusivos de ella, cuando ese gran sacerdocio á todos nos corresponde y no es patrimonio de ninguna clase? Pasó el monopolio de la riqueza, de la ilustración, del predominio y de la influencia, ¿Hemos de consentir ahora el monopolio de las ideas? Mil veces peor es este absolutismo que el que hemos sacudido.

1 Los sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad con Israel; de las ofrendas encendidas al SE

8 porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a no siempre me tendréis. 10 Consultaron asimismo los príncipes de los sacerdotes, sobre matar también a Lázaro; 11 porque muchos de los judíos iban y creían en Jesús por causa de él. 12 El siguiente día, la multitud que había venido al día de la Fiesta, cuando oyeron que Jesús venía a Jerusalén,

17 Entre la entrada y el altar, lloren los sacerdotes, ministros del SE

Estallaban luces de colores, y a su resplandor, tan pronto blanco como rojo, veíanse a lo lejos, terminando la doble fila de cirios, los sacerdotes con capas de oro, manejando los incensarios, con un continuo choque de cadenillas de plata, en el fondo de una nube de azulado y oloroso humo; sobre ella, agitándose dorado y tembloroso entre sus deslumbrantes varas, el palio, que avanzaba lentamente, y bajo la movible tienda de seda, como un sol asomando entre nubes de perfumes, la deslumbrante custodia, que hacía bajar las cabezas, como si nadie pudiera resistir la fuerza de su brillo.

El médico temía encontrarse con algún Padre que le conociera por haber estado en Bilbao. Pero á aquella hora los sacerdotes estaban en sus celdas, y por los claustros únicamente pasaban algunos legos sin sotana, con aire apresurado, deslizándose sin ruido sobre sus zapatillas silenciosas.