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Actualizado: 30 de abril de 2025
Ebrios por el vino enloquecedor de la suerte, los dueños de tanta riqueza, no habían querido crear industrias nuevas, que fuesen libres de la servidumbre de la mina. Las luchas industriales con sus complicaciones y riesgos, no les tentaban, acostumbrados á las fáciles y seguras ganancias de un país donde sólo hay que arrancar los pedruscos del suelo para enriquecerse.
¡Oh, son muy dichosos los músicos del tercero! Fijos los ojos en las semicorcheas, ebrios de ritmo y de ruido, sólo piensan en contar sus compases.
Los frailes de Yuste huyeron á su aproximación, y los soldados franceses profanaron la iglesia, robaron cuanto hubieron á mano, penetraron en el convento, saquearon su rica despensa y vaciaron su bien provista bodega, de cuyas resultas estaban todos ebrios cuando les llegó la orden de evacuar inmediatamente aquella comarca y salir á juntarse á las tropas del mariscal Víctor.
Los náufragos más ágiles se veían rodeados, al pisar la cubierta, por grupos que lamentaban su desgracia, al mismo tiempo que les ofrecían líquidos calientes. Otros daban unos cuantos pasos, como si estuviesen ebrios, é iban á caer en un banco. Algunos tenían que ser izados desde el fondo del bote y conducidos en una silla á la enfermería del vapor.
Cuidad de estar siempre ebrios, dijo el trágico Baudelaire al sentir el enorme vacío de su existencia, que fué gloriosa... más tarde, cuando una vida negra y una muerte de perro le arrojaron a la eternidad como un guiñapo muy glorioso, pero muy maltrecho y muy dolorido. En Madrid se come mal
Tonta, ¡si es como agua! ¡Si aunque te ajumeres, esto se pasa en seguida!... Cuando terminó la cena, sonaron las guitarras y la gente formó corro, sentándose en el suelo ante las sillas que ocupaban los músicos y el señorito con su gente. Todos estaban ebrios, pero seguían bebiendo. ¡Qué basca!
Zumbaban los insectos, ebrios de calor y vida; aleteaban los pájaros, poblando el follaje de estremecimientos y suspiros; chirriaban los primeros grillos, ocultos en la hierba. El campo parecía embellecerse para ocultar en sus espesuras las caricias del amor, para arrullar a las parejas con los perfumes y cantos de su vida exuberante.
En el medio bailaban trabajosamente veinte ó treinta parejas ceñidas por una muralla de espectadores que gritaban, reían, y les daban ruidosa cantaleta avanzando insensiblemente y sofocándolas cada vez más. Muchos de ellos estaban ebrios ó tocando en las lindes de la embriaguez y sus chanzas eran descomedidas.
Pude observar á la tenue claridad que entraba de la calle, que ponían siempre por delante uno como más fuerte ó resuelto, detrás del cual los otros se guarecían. ¡Fuera! volví á gritar, haciendo molinete con el bastón. ¡Ríndete, perro! me respondieron, sin detenerse en su baile fantástico. Ya no me cupo duda; estaban ebrios.
Buena mañana de primavera; la gente alegre gritaba en los merenderos; pasaban por entre la arboleda, rápidos como pájaros de colores, los encorvados ciclistas con sus camisetas rayadas; por la parte del río sonaban cornetas, y sobre el follaje enjambres de insectos, ebrios de luz, moscardoneaban brillando como chispas de oro.
Palabra del Dia
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