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Cuando vió cómo el presidente de la gran República americana protestaba del torpedeamiento de los buques indefensos, de los crímenes de los submarinos, acabando por declarar la guerra al Imperio alemán, don Marcos afirmó con un balbuceo de confesión: Ese Wilson... ese Wilson es una persona decente. Para él, era imposible decir más.

Se había incorporado un poco. Sus manos tocaban las rodillas de Ferragut. Quería abrazarse á ellas, y no osaba hacerlo por miedo á que él la repeliese, desvaneciéndose su trágica inercia que le permitía escuchar. Estando en Bilbao supe lo del torpedeamiento del Californian y la muerte de tu hijo... No te hablaré de esto; lloré, lloré mucho, ocultándome de la doctora. Desde entonces la odio.

Siempre causa repugnancia tratarlas como á los hombres... Pero, según me han contado, esta individua, con los avisos de su espionaje, contribuyó al torpedeamiento de diez y seis buques... ¡Ah, mala bestia!... Y no dijo más, pasando á hablar de otra cosa. Todos mostraban igual repulsión al hacer memoria de la espía. Ferragut acabó por participar del mismo sentimiento.

¡Ah, !... ¡la espía boche! dijo tras de una larga pausa . La fusilaron hace unas semanas. Los periódicos han hablado poco de su muerte. Unas cuantas líneas; esas gentes no merecen más... Tenía el amigo de Ferragut dos hijos en el ejército; un sobrino suyo había muerto en las trincheras; otro, piloto á bordo de un transporte, acababa de perecer en un torpedeamiento.

Comprendo tu odio: no puedes olvidar el torpedeamiento del Californian... Pero debías haber denunciado á Von Kramer anónimamente, sin que él supiese de quién partía la acusación... Has procedido como un loco, como un meridional; eres un carácter arrebatado que no teme el mañana. Ulises hizo un gesto de desprecio. El no gustaba de tapujos y traiciones: su procedimiento era el mejor.

Había ayudado á la implantación del ataque submarino en el Mediterráneo... Pero cuando el capitán español contó cómo había sido él una de las primeras víctimas, cómo había muerto su hijo en el torpedeamiento del Californian, el juez pareció conmoverse, mirándolo con ojos menos severos. Luego relató su encuentro con el espía en el puerto de Marsella.

Pero su cólera fué glacial, una cólera que se contiene viendo al enemigo privado de defensa. Avanzó hacia él como uno de los muchos que le insultaban mostrándole el puño. Su mirada sostuvo la mirada del alemán, y le habló en español con voz sorda. ¡Mi hijo... mi único hijo murió hecho pedazos en el torpedeamiento del Californian! Estas palabras hicieron cambiar el rostro del espía.

Esto lo supo Tòni por el capitán de un vapor español que acababa de llegar de Marsella, precisamente un día después que los periódicos de Barcelona relataron la muerte de Esteban Ferragut en el torpedeamiento del Californian.