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Los objetos que herían la imaginación del hidalgo con más sutil embeleso eran sus vidrios y marfiles. Estos, fríos, tersos y cuasi dorados, provocábanle indecible entusiasmo. Tenía gestos de verdadero amor para cogerlos de los fanales y acercarlos a la luz.

Y por sobre los templos hindús, con sus torres de colores y su monte de dioses de bronce a la puerta, dioses de vientre de oro y de ojos de esmalte, está, lleno de sedas y marfiles, de paños de plata bordados de zafiros, el Palacio Central de todas las tierras que tiene Francia en Asia: en una sala, al levantar una colgadura azul, ofrece una pipa de opio un elefante.

Su manejo educaba la mano mejor que los marfiles. Don Alonso los tomaba con cuidado infinito, como si un movimiento poco armonioso pudiera quitarles la vida. Un amigo suyo, un pintor formado en Venecia, a quien llamaban el Greco, habíale enseñado a mirarlos de noche en un rayo de luna. Sobre la vaga substancia la luz astral rielaba un reflejo fosforescente.

A cada momento nos parábamos para admirar las ricas tiendas con sus tabletas verdes de letras doradas sobre fondo negro; los parroquianos, en un silencio de iglesia examinan las preciosidades: porcelanas de la dinastía Ming, bronces, esmaltes, marfiles, sedas, armas, los abanicos maravillosos de Swatón; a veces una fresca joven de ojos oblícuos, vestida de azul, con amapolas de papel en la cabeza, desdobla algún rico brocado delante de algún grueso chino que la contempla beatíficamente con los dedos cruzados sobre la panza: al fondo, el mercader, aparatoso e inmóvil, escribe sobre tablillas de sándalo, y un perfume suave que entristece y perturba, brota de todas las cosas.

¡Oh tediosas vanidades! ¡Cuánta pena inútil, cuánta ceguera, cuánta puerilidad significaban aquellas fruslerías entre el amargo realismo de la existencia! ¿Para qué tanto afán disipado en colorir y labrar marfiles y leños, en retorcer la pasta quemante del vidrio, en incrustar ataujías ante la expectativa de la muerte?

Sobre una mesa lucía sus marfiles y platas un gran neceser con la tapa de cuero abierta. Unas cuantas estatuillas napolitanas habían sido compradas á última hora para dar cierto aire de sedentaria respetabilidad á este salón que podía deshacerse rápidamente, y cuyos adornos más valiosos eran objetos de viaje.