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Esto, hecho a tiempo y tras una exhibición hábil de fruslerías francesas, no sólo no te será vituperado, sino que te valdrá grandes alabanzas. »Vístete con primor. Huye tanto de la vulgaridad poniéndote lo que todas se pongan, como de la excesiva singularidad poniéndote lo que a nadie se le haya ocurrido usar.

De todas las fruslerías hizo acopio, y los bolsillos de la pandilla llenáronse de avellanas, piñones, garbanzos torrados, pastelillos y cuanto Dios y la tía Javiera criaron. Nunca como entonces le saltó el dinero en el bolsillo y le escoció en las manos, pidiéndole, por extraño modo, que lo gastase. Lo gastaba a manos llenas, y si hubiera llevado mil duros, los habría liquidado también.

Entre ella y el cuñado, habían habido ya ligeras escaramuzas, alfilerazos que no se olvidan, por la intención de la frase y la acritud del acento. Un día, disputando por fruslerías, él la llamó: ¡Solterona! y ella: ¡Perdulario! y en una ocasión le dijo ella, que no debía darse tantos humos, cuando allí tenía casa y comida gratis y se le había matado el hambre.

En cuanto a joyeles, anillos, ajorcas, cadenas, brinquiños, sortijas y estotras baratijas y juguetes mujeriles, basta decirte que si todos los hombres del mundo tuvieran veinte y cinco hijas tontas y feas, y quisieran casarlas con altos personajes por el aliciente de sus joyas, alhajas y preseas llevadas en dote, no lograran todavía desocupar ni una sola de las cuarenta mil estancias que se ven llenas de tales bagatelas y fruslerías.

La semana anterior estaba cosiendo y arreglando la cenefa del vestido que se había roto, cuando entró aquel hombre, y bruscamente le dijo: ¿Qué haces ahí...? Siempre pensando en componerte. ¿Para qué te ocupas en esas fruslerías?

Todos los años compraba un billete entero, por rutina o vicio, quizás por obligación, como se toma la cédula de vecindad u otro documento que acredite la condición de español neto, sin que nunca sacase más que fruslerías, algún reintegro o premios muy pequeños. Aquel año le tocaron doscientos cincuenta mil reales.

Para convencernos una vez mas de que lo risible se halla comunmente muy cerca de lo sublime, el pequeño hotel de Montanvers, á donde volvímos poco despues, nos llamó la atencion con sus curiosidades. La sala principal contenia un verdadero museo artístico y alpestre, donde cada viajero compraba algunas graciosas fruslerías.

Y no colocándose todo, ¿cómo había de saber el Gobierno quién merecía los títulos de nobleza y las grandes cruces? Pero ¡bueno estaba el Ministerio para pensar en tales fruslerías! Al desastre del empréstito había seguido otro no menos grave para los Ministros.

Hecho el escrutinio de todos los libros, baxáron al jardín, y Candido alabó mucho todas sus preciosidades. No hay una cosa de peor gusto, dixo Pococurante, aquí no tenemos otra cosa que fruslerías; bien es que mañana voy á disponer que me planten otro por un estilo mas noble.

En breve nuestro paquebote se llenó de lavanderas, fruteras y vendedoras de fruslerías y corotos de toda especie, algunos de los cuales fabricados de paja, cerda ó pita, me parecieron objetos de arte muy curiosos.