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He aquí el lance: Cuéntase que cuando el virrey don Fernando de Toledo vino de España, trajo como capellán de su casa y persona a un clérigo un tanto ensimismado, disputador y atrabiliario, al cual el arzobispo creyó oportuno encarcelar, seguir juicio y sentenciar a que regresase a la metrópoli.

Al nacer Martí su padre desempeñaba el cargo de Celador de Policía, o lo que es lo mismo, tenía título sobrado para matar o encarcelar a los que no creyera fieles a la madre patria. Pero don Mariano era un hombre honrado aunque de escasa inteligencia y maneras rudas y despóticas. Cuando Martí tenía un año de nacido, lo llevaron a España a donde fueron sus padres a visitar unos parientes.

Los hermanos Ulloa y sus criados fueron obligados á salir del templo, y más tarde el señor Provisor mandó encarcelar á los primeros, siendo conducido el arcediano de Niebla á su casa, acompañado del Deán y de un canónigo para mayor seguridad.

No fué poco triunfo para Arias Montano que se hubiese dejado correr sin notas ni censuras la nueva poliglota; i atendidos los usos i estilos de la Inquisicion deberia mirarse como un raro portento que no hubiese comenzado esta causa por prender i encarcelar al insigne doctor que dirigió la obra, si no supiésemos que como en la poliglota se habian gastado tan grandes caudales, i su magnificencia i belleza la habian hecho famosisima en Europa; i como por otra parte llevaba el nombre del rei que habia mandado publicarla á sus espensas, Felipe II por su conveniencia i propia reputacion estaba precisado á no consentir en que fuese declarada la obra por mala, porque esto resultaria en menoscabo de su buen nombre; i así dispuso que la Biblia pasase á censura del padre Mariana, quien la dió favorable á Montano, no obstante que los jesuitas sus compañeros porfiaban en que le fuese adversa, ofendidos con lo mucho i mal que hablaba i escribia contra ellos el célebre Benito Arias Montano; de que dan testimonio los documentos rarisimos que publico por apéndice á esta historia para desengaño de los fanáticos que no creen en el artificio i maldad de los jesuitas.

Don Fadrique, mientras tanto, ha recibido del Rey la comisión de encarcelar á un Don Pedro de Luna, reo de cierta falta punible; pero, como es amigo suyo, intenta librarlo concediéndole una plaza de general, cuya provisión era muy urgente.

Le prometió, sin embargo, que la ganaría con costas y aun que haría encarcelar a la parte contraria. ¡Con qué ansia esperó el día próximo! ¡Imagínenlo los que puedan, no olvidando que se trataba de su primer cliente, y de una muchacha de quince años, que tenía unos ojos más alegres que un informe in vote 36 de cualquier abogadillo ramplón !