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En esta cofradía no entraban más que las jóvenes solteras. Tal privilegio excitaba un vago despecho mezclado de apetito en las casadas. Creíanse humilladas con aquella exclusión. D. Narciso aprovechaba esta sombra de rivalidad para tenerlas más sujetas. ¡Oh, señoras, no deben ustedes envidiar el privilegio! Ustedes tienen marido a quien contemplar y servir.

Era antigua costumbre en España, como dijimos en la primera parte de esta obra, exponer en días determinados la historia de la vida de los santos, en cuyo loor se celebraban las fiestas, habiendo llegado á nuestra noticia comedias de santos que se representaron en la época anterior á Lope, que sucedieron á otras de igual índole, pero más antiguas, que se confunden con los misterios de la Edad Media . Para alcanzar el doble fin de edificar y de distraer al pueblo, creíanse obligados los escritores de tales dramas á repetir fielmente, con todos sus rasgos y señales, las leyendas y tradiciones admitidas, y á recrear la vista con la representación de los milagros que se les atribuían.

Todas se proponían conmover a sus amigas de Madrid con el relato de tan horrible aventura. Creíanse ya heroínas de una novela de Julio Verne. El espectáculo que se ofreció a su vista cuando tuvieron ojos para contemplarlo era grandioso y fantástico. Inmensas galerías embovedadas cruzándose en todas direcciones e iluminadas solamente por la pálida luz de algunos candiles colgados a largos trechos.

Nuestros padres tenían servidores abnegados: nosotros sólo poseemos unos grandísimos pillos que medran a nuestra costa, y, en el fondo, tal vez salgamos ganando. Nuestros padres, que se veían amados por estas gentes, creíanse obligados a pagarles en la misma moneda. Sufrían sus defectos, asistíanlos en sus enfermedades, alimentábanlos en su vejez: esto era insoportable.

Creíanse, como tengo dicho, hijos del lago, del bosque ó de la orilla del rio en que vivian, por cuya razon nunca se alejaban de su recinto. Por lo demas, cada pueblo tenia una creencia diferente; confiaban los unos en la merced de ciertos dioses solteros ó casados que presidian á las siegas, á la pesca y á la caza; otros profesaban un respeto temeroso á los dioses del trueno.