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Don Feliciano y él conferenciaron en un rincón breves momentos. Acto continuo salieron a la calle. Don Rudesindo quedó en la apariencia tranquilo, en realidad fuertemente alterado y bramando en su interior contra Peña, contra el Saloncillo, contra mismo y contra la madre que le parió. ¿Qué necesidad tenía él de meterse en líos?

Como el teatro no era sitio a propósito para ventilar aquel asunto, se dirigieron los cuatro al Círculo de la Peña y conferenciaron en un saloncito completamente solos.

Antes de penetrar en él nuestros embajadores conferenciaron brevemente, decidiendo ir derechos á casa de Jacinto, no tanto por ser uno de los mozos más recios y valientes que allí habitaban, como por el parentesco que le ligaba con Nolo de la Braña. Pero antes de trasponer las primeras casas tropezaron con el mismo Jacinto que venía guiando un carro de yerba.

El capitán y el doctor Cornelius conferenciaron con los representantes de la Compañía, y por la noche se nos anunció que zarpábamos para China. Teníamos que recoger trabajadores coolies chinos, cerca de la colonia portuguesa de Macao, y conducirlos a América. Silva el portugués era el encargado de llevar a cabo estas negociaciones. Llegamos a las aguas de China.

Salomón advirtió el mal de Echeloría, y Guadé advirtió el mal de Mutileder. Conferenciaron sobre ello. Se lo contaron todo. Buscaron remedio y no pudieron hallarle. ¿Qué hierba, qué elixir, qué talismán sería poderoso contra tan rara dolencia, que designaron con el nombre de dolencia de los dos amores? Presintieron los reyes que iban a perecer sus dulces amigos y se desconsolaron.

Madre e hijo conferenciaron a solas un rato allá dentro, y por fin la señora se dignó ordenar que me llevaran a su presencia. Estaba la de Rumblar en la sala acompañada de sus dos hijas. La madre tenía en el altanero semblante la huella de la gran pesadumbre y borrasca del día anterior, y la penosa impresión se traslucía en una especie de repentino envejecimiento.

El médico, que era aragonés, les fue contando una serie de chascarrillos baturros y el capitán, nacido en Málaga, correspondió con buen golpe de timos andaluces. Al llegar a la posesión la gran puerta enrejada de hierro estaba abierta y un criado al pie de ella esperándoles. Les dijo que los otros señores ya estaban dentro. Hechos los saludos de rúbrica los testigos conferenciaron brevemente.