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He dicho era, porque supongo que en la actualidad no se atreverá á repetirle, con fe á lo menos, ningún hijo de aquel pueblo. Veamos en qué me fundo para creerlo así. Seis años hace volví á Comillas.

Un proverbio popularísimo entre ellos acabará de dar á conocer hasta qué punto vivían dentro de mismos y en sus elementos naturales, y lo lejos que estaban de pensar en que pudieran contagiarse algún día del carácter moderno. Este proverbio era el siguiente: «Comillas será Comillas por siempre jamás, amén».

El Comillas clásico no existía ya: lo que yo estaba viendo era un pueblo industrial como otro cualquiera, favorecido, durante el verano, por una escogida sociedad de forasteros que habían impuesto á la clase indígena acomodada sus costumbres, como la industria había reducido á sus exigencias los hábitos patriarcales de la masa popular.

La clase del pueblo, compuesta casi en su totalidad de marineros y pescadoras, era morigerada y nobilísima en sus instintos. Para ella el mundo era Comillas y su mar; y el mejor placer, después de una misa solemne con «el órgano nuevo», oir los relatos de algún licenciado de barco de Rey.

Y júzguese, en vista de lo que antecede, si podrá decirse hoy de buena fe, como ayer se decía, por algún comillano del antiguo régimen, que por casualidad pareciese, desorientado entre el actual movimiento de su pueblo, «Comillas será Comillas por siempre jamás, amén».

Excusado es decir que los pueblos donde entró la piqueta del minero, han perdido, aunque no en tan alto grado como Comillas, su verdadero carácter local, y amoldádose á otras costumbres.

Al redactar este escrito me dejo llevar por un impulso involuntario, reconociendo lo poco que importa mi protesta y lo débil que es este alarde de patriotismo al lado de los que hacen y seguirán haciendo muchos generosos y nobles españoles, como, por ejemplo, los que residen en Méjico, y en la Península el sabio Obispo de Oviedo y el noble Marqués de Comillas.

In illo tempore, es decir, los mismos doce años ha, pasé yo una temporada en la lindísima villa de Comillas.

En los pocos días que pasé en Comillas busqué en vano lo que tan placentera me había hecho en otro tiempo mi residencia en la misma villa. Todo se hallaba transformado allí.