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Actualizado: 23 de noviembre de 2025


Segunda zona: fórmanla un zocalito pequeño, luego una cenefa de hojas y figuritas, luego una crestería dorada, despues otra cenefa mas ancha de hojas sutiles, de plata mate con figuras doradas. Esta segunda zona va en disminucion, y sostiene la tercera, que se compone de los cuerpos siguientes. Tercera zona: basa saliente, que sirve de cornisa á la cenefa de la zona inferior.

Enseñáronme a cantar las aves, con su trinar, con su rumor, las cascadas; y en sus playas dilatadas, los murmullos de la mar. Mientras en la infancia mía pude a tu sol sonreír, dentro de mi pecho hervir volcán de fuego sentía; vate fuí, porque quería con mis versos, con mi aliento, decir al rápido viento: "¡Vuela; su fama pregona! ¡Cántala de zona en zona; de la tierra al firmamento!"

A mano derecha hay una vía que empieza en calle y acaba en horrible desmonte, zanja, albañal o vertedero, en los bordes rotos y desportillados de la zona urbana. Antes de entrar por esta vía, Isidora hizo rápido examen del lugar en que se encontraba, y que no era muy de su gusto.

Como toda esta zona francesa de Normandfa y de Bretaña tiene su principal comercio con Inglaterra, y a no me convenían los aires de la pérfida Albión, tardé mucho en encontrar empleo, hasta que lo hallé en un almacén del Havre. Mi vida tenía un fin, un entusiasmo: había una mujer que pensaba en . Les escribía constantemente a ella y a Allen, y a éste le enviaba parte de mi sueldo.

¡Qué río el de la Plata! dijo con orgullo el doctor Zurita a Isidro . Y lo que usted ve no es nada... Hay que pasarlo un día de tormenta... Algunos que no se marean yendo a Europa, echan hasta el alma en un vapor del río. El buque del práctico entró en la zona iluminada del Goethe.

De esta zona ecuatorial, corazón del globo, partían dos ríos de agua tibia, que iban á calentar las costas del Norte. Eran dos corrientes que arrancaban del golfo de Méjico y del mar de Java. Su enorme masa líquida, huyendo sin cesar del Ecuador, determinaba un vasto llamamiento de agua de los polos que venía á ocupar su espacio.

Vamos á explicarlos. En virtud de la rotación diurna, todo punto de un paralelo cualquiera describe, pues, el día del equinoccio, la mitad de su circunferencia en la zona de luz y la otra mitad en la de sombra. El día es igual á la noche en toda la Tierra, y bajo todas las latitudes; de esta circunstancia se deriva precisamente el nombre de equinoccio.

Sobre esta zona se dibujaban los perfiles suaves y ondulados de lejana cordillera, y la arrogante cúpula de la iglesia del Cristo, domo correcto y presumido, rematado con una cruz de hierro, en torno de la cual trazaban círculos interminables algunas docenas de rezagadas golondrinas.

Pero, en realidad, el verdadero origen radica, como hemos dicho, en que un secreto abarca una zona excesiva de nuestra memoria y de nuestro espíritu, acabando por sernos insoportable su peso. La comunicación, aunque sea a una sola persona, con las «reservas» del caso, nos liberta de esa especie de tiranía que el secreto ejerce en nuestra conciencia.

De todas las empresas marítimas, aquella en que más ha perseverado, es el descubrimiento de un paso al norte de la América para irse en derechura de Europa á Asia. Las más vulgares leyes del buen sentido hubieran debido indicar anticipadamente que á existir dicho paso, en tan fría latitud, en una zona cubierta de hielos, de nada serviría, puesto que ningún ser humano querría aventurarse en él.

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