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Recogí las llaves de este zaquizamí, e vedme aquí sola e sin mancilla, que las fembras de pro no temen trasgos ni fantasmas. Ya que por vuestro mandato he de parlar canto llano, vos diré, señora, que esta merced que de vos recibo la acojo con más gratitud de vuestra pudicicia, cuanto hasta ahora no vos merecí que crueldades y sofrenadas.

Su domestidad, y más todavía su ausencia, contribuyen no poco, en mi sentir, a que Belarmino viva en paz octaviana. La Juana, por orden nuestra, no aparece por el zaquizamí de la portería; se está en la habitación que les dieron ustedes de vivienda, y cuando no, de paseo por la calle o de novena en alguna iglesia.

Estudiemos la condicion verdadera de la muger, ya bajo el dorado arteson, donde para endulzar su cautiverio se la embriaga de placeres, haciéndola pasar del tocador al divan, del divan á la danza, de la danza á la música y á los cuentos, de la música al perfumado baño, del baño á la mesa, de la mesa al palanquin y del palanquin al lecho; ya bajo las tejas del pobre zaquizamí, donde á la dura servidumbre de su sexo se reune la brutal inconsideracion de su marido.

A poco de abrir mi padre la zapatería, la de Belarmino se hundió. Un usurero apellidado Bellido se lo embargó todo, dejándole en la calle con su mujer y su hija. Le recogieron unos frailes dominicos, que tenían residencia en el palacio de los señores de Neira, marqueses ya de San Madrigal, y le habilitaron en la portería del palacio un zaquizamí, en donde trabajaba de zapatero remendón.

Esta especie de zaquizami dista tanto de estar á la altura de Voltaire, como la capilla subterránea de estar á la altura del nombre de Panteon. La estátua de Voltaire se celebra mucho por los franceses. A no me gusta. Esto procederá indudablemente de que no lo entiendo; pero para no es cuestion de filosofía, sino de gusto.

En efecto, llegaron al zaquizamí desnudo y frío en que yacía aquella víctima del alcoholismo crónico los enviados de San Vicente de Paúl, que eran doña Petronila, o sea el gran Constantino, y el beneficiado don Custodio, la hija de Barinaga, la beata paliducha y seca, los recibió abajo, en la tienda vacía, lloriqueando.

-Albogues son -respondió don Quijote- unas chapas a modo de candeleros de azófar, que, dando una con otra por lo vacío y hueco, hace un son, si no muy agradable ni armónico, no descontenta, y viene bien con la rusticidad de la gaita y del tamborín; y este nombre albogues es morisco, como lo son todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al, conviene a saber: almohaza, almorzar, alhombra, alguacil, alhucema, almacén, alcancía, y otros semejantes, que deben ser pocos más; y solos tres tiene nuestra lengua que son moriscos y acaban en i, y son: borceguí, zaquizamí y maravedí.

Cuando vio que Germana estaba irremisiblemente condenada, tuvo miedo de que muriese demasiado pronto y se interesó por su vida. Algunas veces ella misma conducía al conde a la calle de Poitiers y le esperaba en su coche. La duquesa había comprendido que no podía casar a su hija en aquel zaquizamí y alquiló por mil francos mensuales un bonito departamento amueblado en una casa próxima.

Apenas se dignaba mirar sus ejercicios caballerescos, ni oír sus serenatas, ni sonreír agradecida a sus versos de amor. Los magníficos regalos, que cada cual le había traído de su tierra, estaban arrinconados en un zaquizamí del regio alcázar. La indiferencia de la Princesa era glacial para todos los pretendientes.

El granuja del mercadal de Valencia y la bella inglesa se entendieron a espaldas del tonelero, dueño temporal de las gracias de ésta. Salabert era más joven, más gallardo: el vicio de la borrachera no le tenía dominado como a aquél. Rosa le siguió a su zaquizamí abandonando al primer amante.