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Actualizado: 9 de junio de 2025


Te ha puesto zalamero el telegrama... No, Ricardo; la zalamería, cuando no es ingénita, es contagiada. Yo no te he dicho que seas zalamero. Y como ustedes tampoco lo son, y yo no estoy más que con ustedes, quiere decir... Te dije que te habías puesto zalamero con el telegrama.

Nuestro coloquio, por otra parte, no había pasado inadvertido, pues se trataba de ir a comer y mi padre me interpelaba: ¿Pero qué es esto, Elena? Una dueña de casa que olvida sus deberes para charlar... Es ese zalamero de Lautrec, que hace de las suyas dijo irónicamente Kisseler, que no pierde ocasión de decir despropósitos.

Y viéndole frío y disgustado por aquella broma de mal gusto, se empinó sobre la punta de los pies, colgose rápidamente a su cuello y, después de apretar los labios larga y apasionadamente contra los suyos, le dijo con acento zalamero: Ya sabía que no eras cobarde... pero quería comprobarlo. Las bromas de Paco Gómez.

De travieso y alborotado volviose tan juiciosillo, que al mismo Zalamero daba quince y raya. Entrole la comezón de cumplir religiosamente sus deberes escolásticos y aun de instruirse por su cuenta con lecturas sin tasa y con ejercicios de controversia y palique declamatorio entre amiguitos.

Ninguno supo jamás apoderarse más pronto de su corazón, ninguno más rendido y zalamero ni más osado á la vez, pero tampoco ¡ay! ninguno más inconstante. Más de una y más de dos podían dar en el valle de Laviana testimonio lamentable de su galanura y su perfidia. Paréceme, Quino respondió Bartolo, que se te ha ido la lengua y has hablado más de lo que está en razón.

las exageraciones liberticidas de la demagogia roja y de la demagogia blanca como si las estuviera mirando pintadas en la pared de enfrente; el ex-subsecretario de Gobernación, Zalamero, leía clarito en el porvenir el nombre del Rey Alfonso, y el concejal decía que el alfonsismo estaba aún en la nebulosa de lo desconocido.

Hasta el formalito Zalamero se descompuso en aquella ruidosa ocasión, dando pitidos y chillando como un salvaje, con lo cual se ganó dos bofetadas de un guardia veterano, sin más consecuencias.

Cállate la boca, bobón, y no me denuncies, que te traerá peor cuenta... No siguió este diálogo, que prometía dar mucho juego, porque del salón llamaron a Moreno con enérgica insistencia. Oíase desde el gabinete rumor de un hablar vivo, y la mezclada agitación de varias voces, entre las cuales se distinguían claramente las de Juan, Villalonga y Zalamero, que acababan de entrar.

Alguien ha dicho que amores desgraciados la empujaron a la devoción primero, a la caridad propagandista y militante después. Mas Zalamero asegura que esta opinión es tan tonta como falsa. Guillermina, que fue bonita y aun un poquillo presumida, no tuvo nunca amores, y si los tuvo no se sabe absolutamente nada de ellos. Es un secreto guardado con sepulcral reserva en su corazón.

Palabra del Dia

vorsado

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