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Actualizado: 24 de julio de 2025
No conozco una muerte más bella en los anales de la historia humana, ni una tumba que merezca descubrirse ante ella con más profunda veneración. No cerraré estas líneas trenzadas a la ligera, sin hacer una confesión que no se refiere sólo a Nueva York, sino al mundo americano todo que he conocido: mi impresión ha quedado más abajo de la ilusión formada por el dato recogido.
Era mi proyecto tomar en Barranquilla un vapor español del marqués de Campo, pasar a la Habana y de allí a Nueva York. Pero lo avanzado de la estación, que me auguraba días terribles en Cuba y el deseo de visitar el istmo de Panamá, me hicieron desistir.
A la mañana siguiente, con dinero que yo le presté, tomó el tren para Londres, y cuando volví a saber algo de él, fue por una carta en que me comunicaba que había pagado a mi orden al Banco del condado, en York, mil libras esterlinas, como habíamos convenido que sería la suma que me pagaría por mis informes.
Hecha mi salutación, mi vista contempla la masa enorme que está al frente, aquella tierra coronada de torres, aquella región de donde casi sentís que viene un soplo subyugador y terrible: Manhattan, la isla de hierro, Nueva York, la sanguínea, la ciclópea, la monstruosa, la tormentosa, la irresistible capital del cheque.
Ya no pensaba en las torpes calumnias de los enemigos del Magistral; ya no se acordaba de que aquel era hombre, y se hubiera sentado sin miedo, sobre sus rodillas, como había oído decir que hacen las señoras con los caballeros en los tranvías de Nueva York.
Su mesa de trabajo, sumamente sencilla, estaba siempre repleta de papeles que formaban sus numerosos trabajos de correspondencia para los periódicos de Cuba, Méjico, Guatemala, Argentina, y las revistas que bajo su dirección se publicaban en Nueva York, aparte de los documentos oficiales de su consulado.
Ya lo he hecho contestó . Tengo en Nueva York quien se ocupa de mis asuntos. Pero ¿van á hacer una guerra sólo por mi?... El viaje tal vez lo emprenda más adelante. Ahora no; me siento sin fuerzas... Tengo preocupaciones terribles en estos momentos, y aún serían más grandes si me alejase de Francia. Sus ojos se nublaron; una expresión dolorosa contrajo su rostro.
Esto sin contar un sinnúmero de otras fotografías, recuerdo de temporadas en el Convent-Garden de Londres, el San Carlos de Lisboa, los grandes coliseos de toda Italia, y los teatros de América, desde el de Nueva York al de Río Janiero.
Sólo tenía que esperar yo cuatro años, y entonces me daría lo que desease. ¡Esperar en un país donde mueren de una manera trágica cuatro presidentes en sólo diez años!... No; prefería que me diesen inmediatamente el modesto cargo de comprador en Nueva York.
Yo soy un hombre de progreso, ¿saben? decía al hablar de ella ; por eso me interesan los proyectos de esa niña que ha estudiado con los gringos. Su pobre padre tuvo una excelente idea al enviarla á Nueva York para que aprendiese lo que no sabemos nosotros. La aprecio mucho, por su seriedad sobre todo. En cuanto á su hermosura, de la que tanto hablan las malas lenguas, ¡pchs!...
Palabra del Dia
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