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Actualizado: 22 de junio de 2025


Cuando yo esto, como siempre tuve altos pensamientos, volvíme a ella, y dije: "¡Ah madre!, pésame sólo de que algunos de los que allí se hallaron me dijeron que no tenía que ofenderme por ello, y no les pregunté si era por la poca edad del que lo había dicho." Y dijo: "¡Ah, noramaza! Muy bien hiciste en quebrarle la cabeza; que esas cosas, aunque sean verdad, no se han de decir."

Iba por la calle de Preciados cuando una voz que decía: «Señorito Miquis, señorito Miquis». Volvime y vi a tu tía, la sin par Sanguijuelera. «¿No sabe usted me dijo que hemos encontrado a la fiera perdida?...». «¿A quién?». «A Pecado». Allá en su lengua especial me contó que le habían dado noticias de tu hermano otros muchachos.

«Pues ayer refirió la joven con los ojos bajos, alzándolos al final de cada frase, como si pusiera con ellos las comas, más que con el acento , pues ayer... iba yo tan tranquila por la calle de la Magdalena, pensando en usted... porque siempre estoy pensando en usted y... me paré a ver el escaparate de una tienda donde hay tubos y llaves de agua... Ni por qué me paré allí, pues ¿qué me importan a los tubos?... cuando sentí a mi espalda... mejor dicho aquí en el cuello, una voz... ¡Ay, señora!, la voz me sonó aquí detrás junto a estos pelitos que tenemos donde nace la cabellera, y fue como si me entraran una aguja muy fina y muy fría... Me quedé helada... volvime... le vi... se sonreía».

En esto estábamos, y dio un reloj las doce; y como yo era nuevo en el trato, no les cayó en gracia a mis tripas el alcotín y tenía hambre como si tal no hubiera comido. Renovada, pues, la memoria con la hora, volvíme al amigo y dije: -Hermano, este de la hambre es recio noviciado; estaba hecho el hombre a comer más que un sabañón y hanme metido a vigilias.

Seguí andando hacia la acera de enfrente, cuando de nuevo me detuve, me quedé helado, absorto, estupefacto, porque detrás de mi había sonado claramente mi nombre. ¿Quién me llamaba? Volvime y nada vi. La plazuela estaba enteramente desierta y muda: sólo a lo lejos se oían apenas algunas voces del altercado, que de ningún modo podían confundirse con la que a mi espalda había dicho «Gabriel

Preguntóme si era á lo divino, respondíle que ; diómela, volvíme á casa y avisé á Solano que repasase el auto de Caín y Abel, y lo fuese á cobrar á tal parte, porque lo habíamos de representar aquella noche. Y entretanto yo fuí á buscar un tamborino, hice una barba de un pedazo de zamarro, y fuíme por todo el pueblo pregonando mi comedia.

Al llegar aquí, volvíme casualmente hacia el Duque de Cantarranas: estaba pálido de emoción, una lágrima se asomaba á sus ojos verdes, semejando viajera gota de rocío que se detiene á reposar en el cáliz de una lechuga. Sentíame yo confundido, anonadado ante la pasmosa inventiva, la originalidad, el ingenio de aquella mujer, junto á quien las Safos y Staëlas eran literatas de tres al cuarto.

Hallábame ya á más de un tiro de piedra de la choza, cuando detrás de mi precipitado y pesado paso; al mismo tiempo, un resuello gutural, casi un estertor, salía de aquel ser que me perseguía y me daba alcance. Volvíme y una pobre cretina, cuya papera, bazuqueada por la carrera, oscilaba pesadamente de uno á otro hombro.

Muy parlachín y comunicativo hasta los diez años, volvíme después huraño, reservadísimo y melancólico. Ya he dicho que la vida del Colegio, áspera, fría, monótona, entenebreció mi espíritu; ahora es bueno apuntar que la excesiva severidad de mis maestros, no siempre oportuna y atinada, me hizo desconfiado y receloso.

Palabra del Dia

rigoleto

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