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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Pedro Carvallo, aunque inhábil, era fuerte y menudeaba sus golpes con tanto brío, que los quites de Morsamor tenían que ser también muy violentos. En uno de estos quites, Morsamor dio de plano y con tanta fuerza en el brazo de su contrario, que le derribó por tierra la espada. Generosamente se contuvo Morsamor, para que el desarmado volviera a armarse.

Sus cláusulas sueltas, saliendo de la boca en chispazos violentos, no entran en la jurisdicción del lenguaje escrito, porque lo característico de ellas dejaría de serlo al separarse de lo grosero.

No era una mujer nerviosa y fantástica, pero conocía ya bastante bien y a sus expensas el temperamento de su marido, para quien los granos de arena eran montañas y los céfiros violentos huracanes. Recordaba con terror su triste noche de novios y temblaba ante la idea de que se repitiesen aquellas escenas de desesperación y de lágrimas.

¡Bah! un arañazo... Su influencia mantuvo mejor la disciplina entre aquellos hombres groseros y violentos mejor que las reprimendas de los oficiales, y remontó tan bien su moral, que cuando llegó la columna libertadora, los pobres diablos, que tenían el vientre vacío hacía veinticuatro horas, estaban aprendiendo... la bamboula bajo su alta dirección. ¡Bah! se hace lo que se puede.

En el siglo XVII, cuando nuestra nacionalidad vigorosa, original y profundamente característica, no había recibido influjo extranjero, los españoles se componían de otro modo: iban á su objeto por medios más violentos, más decididos, más románticos, que indicaban antes la pasión que la intriga; más bien la resuelta actitud del valor que el ingenioso intento de la astucia.

Si rechazaba mi amor, estando con ella a solas, siempre tenía el recurso de apelar a los medios más violentos. No podía ser este plan más atrevido; pero en cambio su autor lo era bien poco. Dispuesto a ponerlo en práctica aquella noche, llegué valientemente hasta el pie de la escalera, pero de allí no pasé. A la noche siguiente, subí hasta el segundo piso; pero allí me detuvo mi falta de decisión.

Quevedo buscó inútilmente en la parte baja del alcázar al tío Manolillo, y subió á su aposento, á cuya puerta llamó inútilmente repetidas veces. Al fin Quevedo gritó: Si estáis ahí, tío Manolillo, abrid, hermano, abrid á Quevedo. Oyéronse violentos pasos y se abrió la puerta. Apareció el bufón pálido y desencajado.

Las leyes históricas de atracción parecen dibujar una solución mirada con ojos simpáticos a ambas márgenes del inmenso estuario común, pero que ningún gobierno argentino provocará por medios violentos.

En cambio de tres animales perdidos, ahora era dueño de millones de ellos, y éstos ¡tan jóvenes y vivaces, animados de movimientos tan violentos, tan absorbentes, rabiosos por vivir! Ese mundo infinito, de tal suerte mezclado al nuestro, que por doquiera nos rodea y está siempre con nosotros, era casi desconocido hasta hace poco.

Pero cuando se corta y destruye de una vez todo el bosque, como en un acceso de frenesí, dan intenciones de maldecir á quien tal dispuso. La belleza de los bosques que aún quedan en las pendientes de la montaña hace que echemos de menos, con mayor pena, los que nos han robado violentos especuladores.

Palabra del Dia

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