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Actualizado: 17 de junio de 2025
Lucía se sujetaba en todo al método de la enferma. A las seis dejaba pasito el lecho conyugal y se iba a despertar a la anémica, a fin de que el prolongado sueño no le causase peligrosos sudores. Sacabala presto al balcón del piso bajo, a respirar el aire puro de la mañanita, y gozaban ambas del amanecer campesino, que parecía sacudir a Vichy, estremeciéndole con una especie de anhelo madrugador.
Convínose, pues, en que la señora de Maurescamp quedaría con su hijo, y que acompañaría a su madre primeramente a Vichy y después a Suiza y Vevey, donde pasarían el verano. Mientras tanto, los sentimientos de uno y otro se calmarían, modificándose, tanto más, cuanto que en todo aquello no había habido sino una serie de errores. Aquel duelo había ocupado a París durante ocho días.
Dejó la visita a Pilar más impaciente, más calenturienta, más excitada que nunca. Pilar se consumía; a toda costa quería salir de Vichy, volar, romper el opaco capullo de la enfermedad y presentarse de nuevo, brillante mariposa, en los círculos mundanos. Creía de buena fe poder hacerlo y contaba con sus fuerzas. No menos que ella se impacientaban otras dos personas: Miranda y Perico.
Nadie se cuidaba ya de recoger y barrer el amarillo tapiz del follaje, porque Vichy, tan peripuesto y adornado en la estación de aguas, se torna desastrado y desaliñado no bien le vuelven la espalda sus elegantes huéspedes de estío.
Perico se enojaba de ver a su hermana echando en saco roto las advertencias del doctor, cosa que podía alargar la cura, y por ende la estancia en Vichy, pero no era capaz de vigilarla y de atender a que cumpliese las órdenes recibidas.
¡Qué horror! exclamaba la anémica dando un grito . Si me viesen las de Amézaga.... ¡ellas, que nunca van sino en charabán o en milor! Dirigíanse las dos amigas, ya hacia la Montaña Verde, ya hacia el camino de las Señoras o hacia el manantial intermitente de Vesse. La Montaña Verde es el punto más elevado de las inmediaciones de Vichy.
Cuánto darían ellos por estar enfermos del estómago y por tener un hijo canónigo que les enviase dinero para comprar agua de Vichy y otros lujos y antojos.... Yo podría vivir con mi hijo, si yo quisiera. Pero mi hijo prefiere que yo esté aquí, al cuidado de encantadoras vírgenes, como huésped distinguido, sin que me falte nada. Pues bien: me falta ahora algo.
Como brillaban las lentejuelas de algunos abanicos, así relucían los conceptos uno tras otro... El verano se anticipaba aquel año y sería muy cruel... Los generales habían llegado a Canarias... Prim estaba en Vichy... La Reina iría a la Granja y después a Lequeitio... Se empezaban a llevar las colas algo recogidas, y para baños las colas estaban ya proscritas... González Bravo estaba malo del estómago... Cabrera había ido a ver al Niño terso...
De todas suertes, el momentáneo alivio de Pilar era tan patente, que le consentía dar todas las mañanas algunos cientos de pasos por la calle, cogida del brazo de Lucía; y el alimento no le repugnaba invenciblemente como antes. A la verdad, infundía tristeza en aquellos días de fin de Octubre, el aspecto de Vichy.
Todas las mujeres de luto. ¿Concibes eso?... Y París desierto... ¡Tan bonito que lo encontraba yo esta tarde cuando venía en tu busca!... No, no puede ser. Figúrate que el mes próximo nos vamos á Vichy: mamá necesita las aguas; luego á Biarritz. Después iré á un castillo del Loire.
Palabra del Dia
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