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¡El mar sin límites, que recibió mis primeras miradas! ¡las verdes montañas de mi hermosa Galicia, de entre las cuales pluguiera á Dios no hubiera salido nunca! Como os decía, la impaciencia me devoraba. Sólo veía delante de , porque la noche era muy obscura, una línea algo más clara, una línea movible. Era el mar que venía á romper sus olas en las rocas.

La festividad que me agrada y edifica mucho es la del Corpus Christi; para esta función disponen y adornan la plaza toda en contorno, formando calles de arcos y pórticos o tabernáculos de ramos verdes, con enlaces y enrejados de cañas y hojas muy vistosas, y en las cuatro esquinas disponen altares para las paradas de la procesión.

En efecto, el tal Camacho es liberal y hásele antojado de enramar y cubrir todo el prado por arriba, de tal suerte que el sol se ha de ver en trabajo si quiere entrar a visitar las yerbas verdes de que está cubierto el suelo.

D. Diego y D. Paco estaban sentados en el corredor, el uno frente al otro, mirándose como dos esfinges de la tristeza, y en las manos del último los verdes cardenales indicaban el suplicio de que había sido víctima. El infeliz anciano a ratos hendía los aires con la ráfaga de sus fuertes suspiros, que habrían hecho navegar de largo a un navío de línea.

Los miembros de la familia cuatro personas solamente estaban sentados alrededor de la mesa, en el salón de sombrío artesonado. Tenían por delante el postre del domingo, compuesto de avellanas verdes, de manzanas y peras, bien adornadas de hojas por la mano de Nancy, antes de que las campanas de la iglesia llamaran al oficio.

Apenas pronuncia tal ruego, cuando queda convertida en laurel. Apolo le concede una eterna primavera: sus hojas, siempre verdes, coronarán la cabeza, el arpa y la aljaba del dios.

Al poco rato sus penosos ronquidos de borracho sonaron entre los verdes y erguidos tallos. Cuando despertó era ya bien entrada la tarde. Sentía pesadez en la cabeza y el estómago desfallecido. Le zumbaban los oídos, y en su boca empastada percibía un sabor horrible. ¿Qué hacía allí, cerca del huerto del judío? ¿Cómo había llegado tan lejos?

Corrí las montañas de Ibiza y navegué ante sus costas rojas y verdes en barcos viejos, valientes para el mar, que unos meses del año van a la pesca y otros son dedicados al contrabando.

Como recuerdo de su madre una extranjera que se había casado en Méjico con el maestro para producir media docena de hijos y morirse inmediatamente , tenía el pelo de un rubio ceniciento y los ojos verdes claros. En cambio, todas las mujeres del país eran morenas pálidas, con cabelleras de un negro intenso.

Pusiéronse todos en marcha, a través de aquellos campos floridos, aquellas verdes praderas, bosques espesos y preciosas casitas rodeadas de jardines, que adornan todo el camino desde Guichon hasta el mar.