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Actualizado: 16 de junio de 2025
Castro le veía aún, como si asomase su cabeza por una ventana del bar; vería tal vez mientras viviese el pergamino blancuzco de su cara, tirante sobre las aristas de los pómulos; la barba roja colgando de sus mandíbulas, como si fuese postiza, y sobre todo, sus ojos sarcásticos, insolentes, de un color verde turbio, igual al de las ostras.
El tendría valor, se alejaría; perdiéndose entre la multitud, vería a Bettina con menos frecuencia y de más lejos... ¡No volver a verla, no podía ni pensarlo! Quería seguir siendo amigo de Bettina, ya que sólo podría ser su amigo. Pues había otro pensamiento que no cabía siquiera en el espíritu de Juan; ese pensamiento no sólo le parecía extravagante, sino monstruoso.
Si yo me atreviese a traducirle solamente una página, quedaría usted maravillada de la verdad sencilla y familiar del relato; usted vería con qué alegría ingenua habla el poeta del vino tinto y de la carne suculenta: y con qué admiración, de las puertas bien cerradas y de las mesas bien acepilladas.
8 Y Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer alguna señal. 9 Y le preguntaba con muchas palabras; mas él nada le respondió. 10 Y estaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas acusándole con gran porfía.
Afligióse Camila, como mujer discreta y honrada, de la orden que su marido le dejaba, y díjole que advirtiese que no estaba bien que nadie, él ausente, ocupase la silla de su mesa, y que si lo hacía por no tener confianza que ella sabría gobernar su casa, que probase por aquella vez, y vería por experiencia como para mayores cuidados era bastante.
Aun suponiendo que Dios no ejecuta esta division, es cierto que con su inteligencia infinita ve todas las partos en que el compuesto es divisible: estas partes han de ser simples; pues de lo contrario la inteligencia infinita no veria el límite de la divisibilidad.
Como el cuarto era principal, desde aquel sitio se vería muy bien pasar gente en caso de que la gente quisiese pasar por allí. Pero la calle de Raimundo Lulio y la de Don Juan de Austria, que hace ángulo con ella, son de muy poco tránsito. Parece aquello un pueblo.
Otro que Pepazos, al ver esto y pensando en la nevada que se venía encima, porque bien claras estaban las señales de ella, habría dejado que el diablo se llevara las yeguas y vuéltose al pueblo por de pronto; pero era, tras de poco avisado, muy terco, nada aprensivo y confiado con exceso en su robustez de encina, y se las apostaría a los veloces animales como si todos fueran unos; y así, corriendo tras ellos de cañada en cañada y de loma en loma, a lo mejor, se vería entre la oscuridad de la noche y con los caminos borrados por la nieve.
Ellos respondieron que juntase consejo, y que en él veria los efectos de su determinacion. Dióse Tibaldo por entendido, y al otro dia hizo juntar el consejo, publicando que tenia cosas importantes que tratar en él. Vino Rocafort con la insolencia, y arrogancia que acostumbraba.
En unos días fue arrebatado por una tifoidea, dejándome a mi abuela materna, mi única parienta próxima y a la que no he dejado desde entonces... No tengo más que cerrar los ojos para acordarme de la silueta de aquel pobre padre y de aquella mirada tan triste y tan buena con que todas las noches iba a vigilar el comienzo de mi sueño llevándome la impresión de una profunda ternura... ¡Pobre padre!... ¡Cuánto tiempo le reclamó mi corazón de niña, no creyendo ni en la eterna separación ni en la muerte!... Aquel viaje de que me hablaban debía terminarse para mí por un feliz regreso y, sobre todo, por un cargamento de numerosos recuerdos después de una ausencia tan prolongada... ¡Ay! me informaba yo mucho menos de la fecha en que debía ver a mi padre que de la en que le vería llegar cargado de muñecas, de globos y de cocinitas... Aun siendo desgraciados, qué felices son los niños...
Palabra del Dia
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