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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Muy admirada, sin embargo, y aun enojada por el paso que aquél había dado, quiso no obstante dar algunas horas a la reflexión; más de una secreta repugnancia tuvo que vencer, pero, en fin, en la extremidad a que se veía reducida, ¿cómo no aceptar ese refugio, después de todo honroso, que le abría una mano afectuosa y fiel?
En este punto hubo algo que vencer, porque, preocupados los indios con la igualdad en que los habían criado, no permitían que ninguna sobresaliese de las otras; pero al fin se les ha desimpresionado de este error, y el aseo se ha introducido con no pequeños adelantamientos.
Levantóse muy de mañana al otro día, fuese a la capilla de Santa Eugenia, oyó dos misas y comulgó devotamente; la prudencia de la mujer había tirado la noche antes sus cálculos, y la fe de la cristiana iba a buscar entonces en el Sacramento la gracia divina que necesitaba para vencer en la lucha.
Ilustres señores, dixo en fin Zadig, yo he tenido la honra de vencer en el palenque, que soy el que tenia las armas blancas. El señor Itobad se revistió de ellas miéntras que yo estaba durmiendo, creyendo que sin duda le sentarian mas bien que las verdes.
Le veía «como si fuese otro». Si volviese a ser el Gallardo de los antiguos tiempos, tal vez le recibiría mejor. Las hembras sólo aman a los valientes. Y el torero se engañaba con estas ilusiones, tomando lo que era un capricho muerto para siempre por momentáneo desvío que él podía vencer en fuerza de proezas. Doña Sol se levantó.
El calor femenil de esta carne suave, que le acariciaba con su contacto por debajo de la mesa, le irritaba como un peligro difícil de vencer. Siéntate, ladrón; si te meneas, de un pellizco te arranco el alma.
Pero además aquella resistencia de Ana, que había creído vencer si no en pocas semanas en pocos meses, era un nuevo motivo para retrasar el cambio de vecindad. ¿Cómo ir a Madrid sin vencer a aquella mujer? Y aquella mujer parecía ya invencible. Desde la noche de Todos los Santos, Mesía, vergüenza le daba confesárselo a sí mismo, no había adelantado un paso.
Viendo esto, he tenido la audacia de pedir al cielo que Vd. se deje vencer, que usted deje de querer ser clérigo, que nazca en su corazón de Vd. un amor tan profundo como el que hay en mi corazón.
Yo profesaba a Alejandra un afecto fraternal: la soledad en que se encontraba sumida, su entereza, que la hacía capaz de soportar y vencer las dificultades de la vida, me inclinaron a protegerla, a sostenerla como a una hermana, como a una hija; ¡pero ella me quiso con un afecto más ardiente!
En la apariencia, la amistad entre ellos seguía inalterable. La poca gente imparcial que había en Sarrió iba creyendo que no había misterio alguno en su traslación y que todo era imaginaciones ridículas de los del Camarote, a quienes cegaba el deseo de vencer a sus contrarios. Sin embargo, pasaban los días, había entrado ya septiembre, y ni el hijo ni el hermano del magnate acababan de llegar.
Palabra del Dia
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