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Actualizado: 25 de junio de 2025


Roger no había descuidado por su parte el diario ejercicio de las armas y podía considerársele como tirador no despreciable, ya que no de los primeros. Grande era el contraste que ambos combatientes presentaban: moreno y robusto Tránter, mostraba el velludo pecho y la recia musculatura de hombros y brazos, en tanto que Roger, rubio y sonrosado, personificaba la gracia juvenil.

Velludo se iba á escurrir tras él, pero le detuvo el alférez. ¡Eh! ¿á dónde vais vos, señor Diego? Me voy avergonzado. No lo extraño, porque sois valiente. Yo no soy nada... lo que me ha sucedido esta noche... Si sois valiente y honrado, siento lo que os ha acontecido, amigo dijo Juan Montiño ; yo lo he hecho sin intención. Pero esto es un milagro... ¿Quién os ha enseñado á esgrimir?

Don Bernardino dirá que hemos venido dos contra él. Pues no, eso no dijo Velludo ; lo que ha pasado lo sabrá todo el mundo. No hay necesidad de hablar de esto una palabra dijo Juan Montiño ; si ese hombre sigue haciéndose molesto, yo le daré una nueva lección delante de todo el mundo, ó vosotros, señores, si se os viene rodado. Por ahora me parece mejor otra cosa. ¿Qué?

Los tres se burlaban de don Bernardino. Y entre burlas y risas se encontraron en la Cava Baja de San Miguel, delante de una puerta. Ante todo, señores, nadie paga más que yo dijo Montiño. Concedido dijo el alférez. Muy bien añadió Velludo , pero á condición que yo he de pagar otra vez. Bueno; pero esta noche, esta noche es mía. Enhorabuena. Y acercándose el alférez á la puerta, llamó.

Nadie contestó de adentro. No nos abrirán dijo Velludo ; ha pasado hace mucho tiempo la hora fijada de las ordenanzas. Va veréis dijo el alférez tocando de nuevo á la puerta : ¡abrid al alférez Saltillo! Como si aquel nombre hubiera sido un conjuro, la puerta se abrió. Entrad dijo una voz recatada y no arméis ruido, no os oigan los vecinos y den parte á una ronda. ¡Vaya unos vecinos!

De pronto, después de breve silencio, sus ojos se llenaron de claridad y respondió con viveza. , tal. Ya le tengo. Conozco a vuesamerced, y doy, desde luego, por seguro, que habrá escogido con acierto replicó entonces el hidalgo, acostándose, casi, en el sillón y estirando hacia el brasero sus piernas metidas en calzas de velludo pardo.

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