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Doroteo, excelente esposo, había matado á un oficial del gobierno para regalarle á ella su caballo. Al ser coronel, su generosidad marital deseó algo más. ¡Si pudiese robar un automóvil para «la vieja»!... «La vieja» era Guadalupe, que tenía entonces veintiséis años. No resultaba difícil hacerse dueño de un automóvil. Abundaban mucho en un país vecino á los Estados Unidos y con la frontera libre.

En 1830, la poblacion indígena de Exaltacion ascendia á dos mil setenta y cinco almas, y estaba dividida en ocho secciones: los Maisimaees, los Maidebochoquees, los Maidepurupiñees, los Mairoañas, los Maiauquees, los Maidijibobos, los Maimajuyas y los Maimorasoyas. El ganado vacuno llegaba, en el citado año, al número de once mil ciento seis, y el caballar á quinientas veintiseis cabezas.

Sintió alarmarse la prudencia del funcionario, temiendo, en el caso de que la señora Princetot viviese todavía en Val-Clavin, verse expuesto a familiaridades comprometedoras para su carácter oficial. En verdad, decíase que veintiséis años pueden producir, aun tratándose de un pueblecillo, grandes y radicalísimos cambios.

Su edad no pasaba de veintiséis años. Tenía la barba negra, los ojos ídem, el pelo ídem, el entendimiento ídem; mas su filiación era difícil en lo tocante a la primera de estas señas personales, pues muy a menudo variaba la ornamentación capilar de su cara; de modo que si este mes se le veía con barba corrida, el que entra llevaba patillas; al año siguiente aparecía con bigote solo; después con bigote y perilla, como si quisiera inscribir en su cara, con la navaja de afeitar, la caprichosa inconstancia de sus pensamientos.

En conclusión, la chica quedó mocha, y para no dar campo a que la llamasen Mariquita la pelona, se llamó a buen vivir, entró en un beaterio y no se volvió a hablar de ella. De cómo la trenza de sus cabellos fué causa de que el Perú tuviera una gloria artística El sujeto que, por berrinche, había trasquilado a Mariquita era un joven de veintiséis años, hijo de un español y de una india.

Ese hombre de cuarenta años, alto y rubio, no tiene rasgos muy distintos de los de Godfrey Cass a los veintiséis años; sólo está algo más grueso y ha perdido la expresión indefinible de la juventud, pérdida que se manifiesta aun cuando la vista se mantenga brillante y no hayan aparecido todavía las arrugas.

Miguel había oído varias veces citar su nombre entre los astros del toreo; pero como gloria pasada; tanto, que lo juzgaba retirado hacía tiempo. El hermano era un muchacho de veinticinco o veintiséis años, buen mozo, de rostro hermoso aunque algo afeminado. Merluza un jayán monstruosamente feo. Los dos aficionados, jovencitos barbilampiños, escuálidos, y vestidos a la última moda.

Milton tendría veintiséis años cuando escribió su Comus. Pero Cowley escribía versos mitológicos a los doce años. Pope «empezó a hablar en versos»: su salud era mísera y su cuerpo deforme, pero por más que le doliera la cabeza, los versos le salían muchos y buenos. El que había de idear La Borricada volvió un día a su casa echado de la escuela por una sátira que escribió contra el maestro.

A Sheridan lo llamaba su maestro «burro incorregible»; pero a los veintiséis años había escrito su Escuela del Escándalo. Entre los poetas ingleses de la antigüedad hubo muy pocos precoces. Se sabe poco de Chaucer, Shakespeare y Spencer. El mismo Shakespeare llama «primogénito de su invención»al poema Venus y Adonis, que compuso a los veintiocho años.

Julio Grèbe era un joven de veinticinco a veintiséis años, pequeño de estatura pero bien formado y de una elegancia ultra-británica: lo que le desfavorecía mucho era un par de ojos muy saltones, azules pálidos y cuya expresión era casi siniestra a veces, otras semiapagada. Tenía resuelto andar, caminando con las piernas en arco, cual si aun a pie, estuviese montado a caballo.