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Actualizado: 20 de junio de 2025
Este con el corazón apretado, revivía nítidas las impresiones enterradas once años en su alma. Y todo esto por falta de relaciones... ¡Es tan difícil tener un amigo en esas condiciones! El corazón de Nébel se contraía cada vez más, y Lidia entró. Estaba también muy cambiada, porque el encanto de un candor y una frescura de los catorce años, no se vuelve a hallar más en la mujer de veintiséis.
Se detuvo un momento, bebió un poco de agua de frambuesas para darse algún aplomo y después prosiguió: He pensado muchísimo en una frase que se le escapó a usted ayer con respecto a mi vida solitaria... Su observación vino precisamente en apoyo de ciertas reflexiones que yo vengo haciéndome alguna que otra vez desde hace lo menos un año... Sí, aunque pongo en mi vida alguna actividad, me pesa mi aislamiento con frecuencia... Pienso que tengo veintiséis años y que no es ciertamente una edad para entregarse por completo al retiro.
Se curó, se volvió a enamorar, volvió la novia a desdeñarlo, se encerró en su cuarto, se cortó el pelo de raíz y en su soledad forzosa empezó a escribir versos. Tenía veintiséis años cuando se representó su tragedia Cleopatra: en siete años compuso catorce tragedias.
A cualquiera se le ocurre, por último, la idea de que una mujer sana y joven, de veinticinco o veintiséis años, educada con esmero, debe de tener alguna habilidad, saber algo, disponer de algún medio, industria o recurso para ganarse honradamente la vida. Puede ser aya, maestra o acompañanta de señoritas ricas. Puede enseñar música, francés, inglés, labores de manos y hasta primeras letras.
Al cabo de veintiseis dias de un camino lleno de peligrosos accidentes á causa de las lluvias é inundaciones de la estacion, el 11 de Junio se avistaban Santander y Bolívar en Tarne, y el 23 se reunia en Pore con la vanguardia de la division mandada por el primero, la que guiaba Anzuátegui, componiendo entre ambas unos 2.500 hombres.
Al llegar al lechón número veintiséis se anunció que el teatro estaba concluído y por lo tanto que los ensayos se harían sobre el tablado. El teatro en efecto estaba terminado. Veámoslo por dentro y por fuera. Un espacioso tablado cubierto de cañas y nipas y cerrado por tres lados de nipas y cañas, formaban el edificio.
Segura no, porque no me convidaron; lo que sé es que el señor está en Felipinas ú en la Habana, de cierto no sé... vamos, en América. Escribe toos los correos y manda el conquibus, y la señora no para de hablar del amo, y es buena, aunque tié el genio mu soberbio, y no se visita con nadie. ¿Hacía cuándo crees tú que se casaron? El niño tié veintiséis meses, conque... Y él en la Habana, ¿qué hace?
El secretario era un joven de veinticuatro a veintiséis años, pálido, rubio, en cuyo cerebro abultado de feto no cabían más ideas que la de la importancia colosal del Duque, y la necesidad imperiosa de llegar a ser un personaje, si no de tanta cuenta, lo bastante para tener también secretario. Fuera de esto, el mundo no tenía explicación para Cosío, que así se llamaba.
Mientras rodaba el carruaje por entre dos hileras de árboles, alguna vez interrumpidas por las tierras cultivadas de una granja, iba pensando, no sin inquietud, en su encuentro inevitable con la señora Princetot. ¿Cómo le recibiría y qué se dirían? ¡Bah! Uno y otro habían cambiado mucho en veintiséis años y tal vez ni siquiera le reconocería.
Allí me tiene todos los primeros de mes, como un perro de presa... Mil duros me tiene allí, y no le cobro más que veintiséis todos los meses. ¿Que se atrasa? «Hijo, yo tengo un gran compromiso y no te puedo aguardar». Cojo media docena de capas, y me las llevo, y tan fresco... Y no lo hago por el materialismo de las capas, sino para que mire bien el plazo. Si no hay más remedio, señora.
Palabra del Dia
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