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Actualizado: 27 de julio de 2025


Iba más triste que la medianoche. Este pobre Canelo que usted ve aquí era entonces un cachorrillo, y me siguió más de cuatro leguas, hasta que tuve que pegarle para que se volviese; pero después de pegarle, todavía me seguía de lejos. Entonces hice que lo atasen y lo llevasen á Vegalora. En mi casa no podían mantenerlo: se lo dejé á un amigo panadero que tengo en la villa.

El cura les dejó á la salida del villorrio y emprendió el camino pendiente y tortuoso de la rectoral. Los cuatro vecinos de Vegalora siguieron la calle de avellanos que conducía al río, salvaron el puente, y una vez en la carretera fué asunto de pocos minutos el poner el pie en la villa. Octavio apenas despegó los labios en todo el camino.

Es castellano de nacimiento y toda la villa le había visto llegar de su país con una mano atrás y otra adelante, como acostumbraban á decir los particulares de Vegalora á la hora de la murmuración.

Las obras más celebradas hoy á me suenan á hueco y no veo en ellas otra cosa que una forma bella guardando un pensamiento muy frívolo. Mientras los hombres de ciencia no se apoderen del teatro, no pasará éste de ser un fútil y agradable entretenimiento. Nada más por hoy. He estudiado todo el día y tengo la cabeza como un horno. Vegalora 3 de Octubre de 187... El cáliz.

Y á propósito de los sombreros de copa, hay que decir que en Vegalora sólo había siete personas que lo gastasen á diario, entre las cuales se contaban el licenciado Velasco de la Cueva, el juez, D. Ignacio Valcárcel y el caballero de las patillas blancas, que ahora da las buenas noches á los presentes con una reverencia protectora que indica claramente la enorme respetabilidad de que gozaba.

Avezado al trato insustancial y vulgar de las jóvenes de Vegalora, que sin motivo se reían estrepitosamente ó se mostraban serias como un regidor de ayuntamiento, de esas niñas que observan las corbatas que uno tiene y las botas que trae y se enfadan si no se las saluda á una legua de distancia, y se hacen almíbar así que un joven rico se acerca á darles las buenas tardes, la condesa fué para él una revelación ó, por mejor decir, la realización viva, hecha carne y al alcance de la mano, de lo que los libros le habían ya revelado.

Su fisonomía sonriente, ruborosa y expresiva con exceso, le había hecho pasar por novio de casi todas las damiselas á quienes se había acercado en su vida. Claro está que tales presunciones no tenían fundamento positivo; pero quizá si penetrásemos en los misterios de la psicología, hallaríamos disculpa para la ligereza de los vecinos de Vegalora.

Las llamas fueron decreciendo poco á poco y presto no hubo allí más que un montón de cenizas. Me parece que es hora de ir aproximándonos á nuestro asilo dijo el licenciado Velasco de la Cueva. Tiene usted razón, D. Juan repuso don Marcelino; la noche se viene encima, y de aquí á Vegalora todavía hay un paseíto. Se pusieron todos en marcha hacia la casa.

Formaban parte de la cordillera fragosa que separa las provincias del Norte de las del centro. Vegalora era, por tanto, el último concejo de la provincia en la región en que nos hallamos. Detrás de aquellas moles inmensas y oscuras se extendían los campos yermos y dilatados de Castilla.

Cuando los condes de Trevia llegaron al país, los amores de Octavio y Carmen contaban cerca de dos años de existencia. En este tiempo los caprichos del uno y la resistencia de la otra habían ido cediendo paulatinamente. Ambos se habían llegado á acostumbrar y reñían con menos frecuencia y hubieran concluído por casarse sin la aparición inopinada en Vegalora de la condesa de Trevia.

Palabra del Dia

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